Sin necesidad de ser un gran bateador, con la posibilidad de jugar hasta los 60 y 70 años; y fuera de los cánones de ser veloz o un gran fildeador para, el sóftbol se ha apoderado, poco a poco, de bateyes, consejos populares y de cualquier terreno en los pueblos donde no siempre aparece un estadio de béisbol a mano con sus dimensiones oficiales.
Además, han proliferado ligas por doquier: escolares, juveniles, de trabajadores y hasta periodísticas, en las que la pasión por dar un batazo reúne a centenares de personas los fines de semana. Su único freno parece recaer en conseguir una buena esférica para jugar, pues no siempre aparece a tiempo o cuando lo hace ha sido muy maltratada por el bate de aluminio.
He visto adolescentes que prefieren incluso esta disciplina por delante de otras, pues la velocidad no es supersónica en la mayoría de los serpentineros (se usa mucho jugar a la piña) y los partidos se tornan siempre bien entretenidos por la cantidad de carreras que logran anotarse los conjuntos. Además, la duración de siete inning y el hecho de no robarse bases hace también más dinámico el tiempo empleado en ella.
Las reglas son propias, pero muy fáciles de conocer porque provienen del tronco beisbolero, al tiempo que la incorporación de la mujer es otro punto favorable a la hora de medir cuánto va en ascenso su popularidad. Muy conservadoramente, solo en La Habana se calculan más de 50 ligas o campeonatos espontáneos, en los que no media federación alguna o entidad laboral, solo el placer de pasar tres-cuatro horas conectando hits, dobles o jonrón.
Conocido también como la disciplina de la bola blanda (el tamaño de la pelota es superior a la del béisbol y pesa menos), el sóftbol es uno de los platos fuertes para los trabajadores con su emblemática Copa Lázaro Peña, así como certámenes estables que se van sucediendo una o dos veces al año y en los cuales participan equipos del Banco, Etecsa, Copextel, por solo mencionar tres.
Por supuesto, no desconozco que detrás de una masividad tan alta funciona el imaginario popular o la pequeña frustración de no haber sido un buen pelotero en Series Nacionales, de ahí que terminan vestidos casi iguales, con traje y spikes, pero jugando sóftbol y más sóftbol.