Apenas 10, 15 minutos y la vida se redescubría. Atrás quedaba la ceguera o la debilidad visual, un mundo oscuro rodeado de tristezas e incertidumbres. Quizás ese fue el móvil principal que llevó al Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz a pensar y a poner en práctica un proyecto que rescatara uno de los sentidos más preciados: la visión.
Con su gran ideal humanista y revolucionario Fidel comprendió la importancia de lo que significaría para Cuba y el mundo una obra que devolviera la salud y la felicidad a los seres humanos. De ahí que en la tarde noche del 9 de julio del año 2004 visitó el hoy Instituto Cubano de Oftalmología Ramón Pando Ferrer, y preguntó (con esa modestia de los grandes hombres) si lo podían ayudar en un proyecto que con posterioridad se convirtió en la salvación de millones de seres en el mundo. Veinticuatro horas después, en esa instalación hospitalaria, se operaban los primeros casos.
Es decir, el 10 de julio del 2004 nació en Cuba la llamada Misión Milagro, inicialmente con pacientes venezolanos, pues a raíz de ponerse en práctica las misiones educativas en Venezuela, salió a la luz que muchas personas tenían dificultades para ver, con diagnóstico de catarata. Entonces Fidel y el Comandante Hugo Chávez Frías dieron curso a una obra imparable, cuya trascendencia alcanza nuestros días.
Han transcurrido 15 años y el doctor Marcelino Rio Torres, director del Instituto, comenta los hechos como si hubieran sucedido recientemente. Se emociona cuando habla de la visita de Fidel y acompaña cada historia con una imagen de esos tiempos que guarda con esmero en su computadora.
En aquella época la oftalmología cubana no contaba con el desarrollo del presente, ni en equipamiento ni en recursos profesionales. Por lo que, ante la urgencia de la tarea, algunos especialistas tuvieron, de un día para otro, que abandonar las misiones en el extranjero y regresar al país.
Eso fue lo que le ocurrió a la doctora Belkys Rodríguez Suárez, especialista de II Grado en Oftalmología, profesora e investigadora auxiliar, quien hoy integra el Servicio de Catarata en el hospital.
“A los cinco meses de estar en la isla del Caribe San Cristóbal y Nieves, el viernes 9 de julio, me dijeron que debía regresar de inmediato a Cuba. No sabía qué ocurría, preguntaba si había hecho algo malo, si se había muerto alguien. ¡No, nada de eso!, luego me dijeron que debíamos operar a unos 50 venezolanos. Y yo me preguntaba: ¿por qué yo? Lo cual comprendí después con la magnitud de la tarea.
“Llegué el sábado en la noche y ya el lunes estaba interviniendo a los pacientes venezolanos con diagnóstico de cirugía de catarata para tratamiento quirúrgico. A partir de ahí estuvimos casi cuatro meses operando”.
Belkys contó que en esa primera visita del día 9 “Fidel pidió que le ayudáramos en esa tarea, y ¡¿cómo no hacerlo?! En aquel momento éramos pocos médicos los que empleábamos una técnica quirúrgica novedosa (hoy es otra), y el profe Marcelino le dijo que tenía a dos especialistas en el extranjero. Entonces él le solicitó que nos mandara a buscar.
“Empezamos siete médicos, cada uno en una posición quirúrgica con un microscopio. En esa primera etapa de la llamada Misión Milagro —desde julio y hasta octubre del 2004, cuando se intervinieron cerca de 14 mil personas— empezaron a aumentar los pacientes, no dábamos abasto.
“Operábamos todo el día y muchas veces nos sorprendían las madrugadas en los salones. Hubo que traer a especialistas de otros hospitales y provincias para que se incorporaran y aprendieran la técnica que empleábamos en aquellos instantes.
“Siempre digo que esta Misión ha sido lo más grande que hemos realizado desde el punto de vista profesional; nos unió como personas, amigos, profesionales. ¡Era algo increíble!, llegaban personas jóvenes con 49 o 50 años ciegos por catarata, y en una cirugía que realizábamos en unos 10 o 15 minutos les devolvíamos la visión. Eso era algo grandioso para ellos y nosotros”.
A partir de esta experiencia en el campo de la medicina, la oftalmología cubana dio un vuelco rotundo, tanto por la adquisición de equipamiento, como por el impulso en cuanto a la formación de profesionales. “Fue, sin duda alguna, una revolución dentro de la oftalmología, nosotros no sabíamos que podíamos hacer felices a tantas personas”.
A través de la Misión Milagro se han atendido durante todos estos años
3 millones 88 mil 516 pacientes. El programa estuvo presente en 16 países,
de los cuales hoy se mantiene en 10.