Siempre le he dicho Profe, desde que lo conocí. En una céntrica esquina de la ciudad de Cienfuegos puede encontrársele cada día con sus medios de labor bien organizados: cepillos, tintas, betunes y paños. Es lustrador de calzado, una de las actividades no estatales y, a la vez, un oficio en peligro de extinción.
Viste casi siempre con camisa de mangas largas, usa guantes en sus manos y un sombrerito de tela le da un aire caballeresco que inspira ─y de hecho lo tiene─ el respeto de todos. Su hablar es pausado, reflexivo. Desde las primeras frases es fácil percatarse de que es una persona inteligente y de vasta cultura general.
Se llama Orestes Lima Álvarez, tiene 82 años de edad y nació en Yaguaramas, una localidad llena de historias interesantes debido, entre otros factores, a que fue una de las primeras que surgieron en el actual territorio cienfueguero.
“Mi vida profesional transcurrió entre libros y actividades. Leí y estudié las Obras Completas de nuestro Héroe Nacional; El Capital, de Carlos Marx, y muchos textos de historia. Trabajé en escuelas y fui muy activo en las organizaciones políticas y de masas. En la zafra del 70 corté 14 mil arrobas de caña, sin dejar de estudiar ni trabajar. Lo hice en mi tiempo libre, totalmente de forma voluntaria”, explicó.
¿Por qué decidió incorporarse a una actividad no estatal?
Después de jubilarme estuve ocho años trabajando en la agricultura urbana. En el año 2005 hice una crisis de hipertensión arterial que me limitaba cumplir con rigor y me obligó a reorientar mi vida laboral.
¿Y por qué escogió ser limpiabotas?
Porque no requiere de un esfuerzo físico y mental fuerte. Desde hace 15 años practico tai chi tres días a la semana en el local que acá es conocido por el nombre de Sueños de Juventud, lo que me ayuda a mantenerme sano. Además, me gusta mucho la lectura de contenido, como los discursos de nuestros dirigentes, la prensa escrita y la literatura de autoayuda, a la cual le he dedicado en ocasiones hasta seis horas al día.
Por otra parte, esta actividad es muy necesaria para la población. En esta ciudad solo tres personas ejercemos este oficio. En broma les he dicho a los clientes que en Cienfuegos es más fácil gestionar un turno médico que limpiarse los zapatos.
Quisiera agregar que mantengo un precio diferenciado para el calzado escolar. Es mi pequeña contribución a los estudiantes, que tan cercanos me son.
¿Cómo le va en esta actividad?
Bien. Estoy estimulado social y económicamente.
¿Paga puntualmente el fisco y el espacio público?
Soy muy cumplidor. De alguna forma esas contribuciones vuelven a mí, porque son para el beneficio de toda la sociedad.
¿Cuál es su mayor satisfacción como limpiabotas?
Sentirme útil, saber que ejerzo una actividad necesaria y sentir que las personas me agradecen.
Sin temor a equivocarme puedo asegurar que el 90 % de mis clientes saludan cuando llegan y dan las gracias al retirarse, algo no muy común en estos tiempos. Ellos siempre reciben de mí la respuesta adecuada.
Pasados unos días de la entrevista nos encontramos de nuevo y, con la decencia que lo caracteriza, me preguntó si sería posible agregar un párrafo. Le dije que sí. Entonces me extendió una pequeña hoja de papel.
“Hace 50 años me casé. Tenemos una hija y dos nietos, uno de 14 y otro de 10. Esos niños son dos amores, en primer lugar con sus abuelos. Todo ha hecho que mi esposa y yo seamos muy felices. Tenemos una familia corta, pero muy linda”.