Este 2 de julio, 35 días después de la solicitud formal de reinserción al registro de jugadores de la Federación Cubana de Voleibol (FCV) de Roberlandy Simón, Michael Sánchez y Raydel Hierrezuelo, una nota bien precisa de la propia entidad informó su aprobación. El remate esperado abrió luz y de paso es más largo que los tres nombres en cuestión.
Tocará ahora cumplir lo reglamentado: informar al Panel Disciplinario de la Federación Internacional de la disciplina para hacerlos elegibles por Cuba a cualquier torneo internacional y por supuesto, una reunión posterior con el colectivo de dirección actual de la selección nacional en pos de planificar su reincorporación total.
Hasta ahí todo parece correcto y a tono con el reclamo deportivo y popular, a partir de que ninguno de los tres voleibolistas había abandonado una selección en el exterior, sino que solicitaron su baja formal del equipo nacional por aspiraciones personales de jugar en ligas profesionales cuando aún no se había aprobado por el Inder la política actual de contratación en el exterior.
Tal y como se explica, para los Juegos Panamericanos de Lima es imposible su presencia —incluso aunque se hubieran acelerado los análisis y la aprobación—, pues la inscripción nominal ya concluyó y ninguno de ellos ha tenido ni siquiera el primer contacto o entrenamiento con el actual conjunto nacional.
El tiempo es casi justo y bien apretado para sus presencias en el primero de los dos torneos preolímpicos que darán plaza para la cita de Tokyo 2020. Dicho sea de paso, el hecho de contar con ellos no es directamente proporcional a lograr el cupo, aunque las opciones aumentan pues hablamos del mejor central del mundo y uno de los pasadores más respetables y experimentados en el concierto universal.
Positivo, dialéctico, esperanzador y a tono con los cambios de mentalidad que deben acompañar a la sociedad cubana en su conjunto puede calificarse esta decisión, la cual demuestra que los brazos están extendidos a otros jugadores y jugadoras de la malla alta que tomaron en su momento una decisión similar y no se han nacionalizado o jugado oficialmente por ninguna nación, pues las reglas de la Federación Internacional de este deporte impiden que una vez hecho este trámite se pueda regresar a la cancha con la selección de su país natal.
La fuerza del remate y las interrogantes
Lo hecho por el voleibol con estos tres nombres ha sido muy similar al camino recorrido en los últimos meses por el balonmano (menos mediático quizás) con sus dos formaciones nacionales; o por el béisbol con algunos jugadores que probaron suerte —feliz o no— en ligas profesionales, incluso en el circuito de la Major League Baseball, y decidieron retornar a jugar en la venidera Serie Nacional.
Sin embargo, la fuerza de este remate enseña que debemos y podemos hacer lo mismo en baloncesto, lucha, fútbol, polo acuático, atletismo, ajedrez, boxeo y una lista de al menos diez deportes más, siempre y cuando el acercamiento sea bajo preceptos de negociación entre ambas partes, pues hay muchos casos en que los contratos profesionales —entendido como sus trabajos— tienen cláusulas económicas que no les impiden desempeñarse en selecciones nacionales, siempre y cuando cumplan con los compromisos firmados con el club.
Es imperioso entender, de una vez y por todas, que este paso no es retroceso ni pone en riesgo el futuro como algunos escépticos quieren ilustrar: “Ahora casi que es mejor irse por su cuenta y luego regresar pidiendo que lo admitan de nuevo”. Si somos más activos buscando esa inserción internacional desde la política aprobada en el 2013 cada vez serán menos los que tomen el camino por su cuenta y sobran ejemplos en béisbol, lucha y hasta en el propio voleibol.
Hay que aclarar, además, que los hilos del deporte mundial no funcionan hoy ni siquiera como los de hace 20 o 10 años atrás. Los premios metálicos florecen; las posibilidades de representar a clubes por temporadas no para toda la vida crecen; los calendarios internacionales cada vez se ajustan más a los dictámenes de las principales ligas profesionales para no coincidir en fechas; en tanto se hace necesario, casi imprescindible, contar con agentes o mánager deportivos, quienes son los encargados de buscar contratos para sus representados.
De las interrogantes que nos deja este remate potente de la FCV es si el deporte cubano podrá extender esto a los entrenadores que hicieron algo parecido y andan deseosos de volver a dirigir una escuadra provincial o nacional. ¿No son ellos, como nuestros atletas, expresión de cuánto invirtió la Revolución en prepararlos metodológica y técnicamente para desafíos deportivos en los que muchos han salido victoriosos y no dejan de recordar a sus iniciadores o formadores?
Por el momento los únicos excluidos deben ser quienes abandonaron “el barco” en competencias, torneos y delegaciones oficiales por el duro impacto que ello significó en pos de alcanzar un lugar en ese evento. Como diría un avezado técnico: “la traición al esfuerzo colectivo”. No obstante, recordamos que en misiones oficiales de otros sectores hemos sido más flexibles y sería saludable repensar, muy pronto, si esas acciones no deben pasar del duro impacto a la nueva oportunidad de aportar a la nación cubana.
Muy pronto veremos bloquear a Simón, rematar a Sánchez o pasar a Hierrezuelo. Podrán llegar o no los premios y podios internacionales que hicieron llenar el Coliseo de la Ciudad Deportiva para verlos jugar. Podrá incluso repletarse de nuevo el recinto de Vía Blanca y Boyeros. Pero lo más importante será que el deporte cubano haya recuperado cuánto esté a su alcance, sin renunciar a los principios, para darle más felicidad al pueblo, con sus hijos más virtuosos de la cultura física.