En estos momentos se habla mucho de la Ley Helms-Burton, a partir de la decisión de la administración Trump de poner en vigor su capítulo tercero; pero hay que preguntarse por qué surgió esa ley en su momento, qué circunstancias condicionaron su presentación y aprobación en el Congreso estadounidense. Ir a los orígenes resulta útil para entender su presencia hoy.
El nombre con el cual se presentó esta ley es “Ley para la Libertad y la Solidaridad Democrática Cubanas” y fue aprobada el 1º de marzo de 1996. Su antecedente inmediato había sido la conocida como Ley Torricelli, de 23 de octubre de 1992, titulada “Ley de la democracia cubana”, que se planteaba como objetivo público: “promover una transición pacífica hacia la Democracia en Cuba” mediante “la «aplicación de presiones apropiadas al gobierno de Cuba y el apoyo al pueblo cubano».
La fecha de aprobación de la Ley Torricelli indica claramente el contexto que la condicionó: la desaparición del campo socialista y la URSS que modificó sustancialmente el panorama internacional en favor de las potencias capitalistas. Esta circunstancia actuó como estímulo para implementar nuevos mecanismos de agresión a la Revolución Cubana, en este caso, buscando el lado que podía ser más vulnerable en aquellas difíciles circunstancias. Estaba entonces en la presidencia de los Estados Unidos el republicano George Bush (1988-1992), quien no se mostró partidario inicialmente de aprobar la ley propuesta por el demócrata Robert Torricelli en la Cámara de Representantes. Este debate se sostenía en medio de la campaña presidencial en la cual aspiraba a la presidencia por el Partido Demócrata William Clinton, quien se pronunció a favor de la ley. Intereses específicos de grupos de poder estadounidenses, consideraciones sobre las relaciones internacionales y las posibles reacciones, así como afanes electorales con la consecuente búsqueda de apoyos en la contienda, condicionaban actitudes.
La caída del socialismo en Europa proyectaba una imagen de debilidad en el proyecto cubano. Los políticos estadounidenses estaban convencidos de la imposibilidad de que la Revolución pudiera sobrevivir a aquella situación en la pequeña isla caribeña; por lo que se decidió endurecer la política frente a la isla insubordinada. Esto implicaba también un cambio de discurso: ya no se podía sostener el argumento del vínculo con la URSS, por lo que entró en el tablero el tema de los derechos humanos para justificar los ataques a la Cuba socialista.
La Ley Torricelli planteaba que se procuraría una “transición pacífica hacia la democracia”, para lo cual se buscaría el apoyo de otros países y se estipulaban sanciones para los que proporcionaran asistencia a Cuba. El presidente quedaba facultado para aplicar las sanciones a terceros que no cumplieran con las prohibiciones que establecía esta ley, a la vez que se estipulaba la asistencia a personas y organizaciones que trabajaran para promover el cambio que proyectaban en Cuba.
Como puede verse, en sentido general, se trató de una disposición que ampliaba e incrementaba las medidas de bloqueo económico que se comenzaron a establecer contra Cuba desde la administración Eisenhower (1953-1961), que la administración Kennedy (1961-1963) convirtió en el Decreto presidencial 3447 el 3 de febrero de 1962, el cual, invocando la seguridad nacional y hemisférica, estableció el bloqueo económico, sobre lo cual otros presidentes posteriores también hicieron nuevas adiciones.
Por otra parte, tenemos que el presidente William Clinton (1992-2001) firmó en 1996 la Ley Helms Burton, es decir, casi cuatro años después de que se aprobara la Torricelli. Otra vez hay un contexto electoral cuando se estaba discutiendo; mientras Cuba vivía los años muy difíciles del llamado “período especial en tiempo de paz” y, por tanto, se apostaba a incrementar más aún las dificultades económicas y estimular las acciones contra la Revolución.
En este recuento, no puede dejar de tenerse en cuenta el Informe de Santa Fe IV, del año 2000, donde el denominado Grupo de Santa Fe planteaba su motivación de “ofrecer un cambio real” en el hemisferio, y decía que, cuando se discutió en Santa Fe I, II y III, resultaba más claro ubicar la “amenaza”, pero esta se había vuelto “más complicada y difícil de definir”; a partir de esta consideración afirmaba que “Afortunadamente, algunos de los viejos demonios siguen escupiendo fuego y pueden ser fácilmente identificados. Fidel Castro no ha cambiado las mañas. Quienes lo alimentan son otros: los soviéticos han sido reemplazados por los narcoterroristas.” A esta apreciación seguía la de que había una nueva amenaza, que identificaban como “los comunistas chinos”, y que en los Estados Unidos había avance de los comunistas e izquierdistas que seguían la agenda trazada por Antonio Gramsci hacía décadas y, en estas consideraciones incluían la teología de la liberación, la influencia en las universidades y otros aspectos como factores a tomar en cuenta para diseñar política.
Al margen del análisis crítico que pueda hacerse de lo expuesto por el Grupo de Santa Fe IV, es evidente que apreciaban cierto debilitamiento en el control hemisférico tradicional; por lo que había que revertir esa situación y, en eso, la situación con Cuba estaba entre las prioridades: había que aprovechar la coyuntura crítica de la Isla para dar un empujón mayor. La Ley Helms-Burton sería un instrumento para ello.
El presidente demócrata Bill Clinton tenía que transformar su imagen de debilidad, cuando se disputaba el poder entre su partido y el Republicano que postuló a George Bush hijo. Los intereses que se mueven alrededor del poder político y sus mecanismos electorales actuaron, y eso derivó en la aprobación de una ley por la que el presidente hizo dejación de sus prerrogativas, en favor del Congreso, para dirigir la política con Cuba y en el campo de la extraterritorialidad de sus contenidos. Se daba un paso más fuerte en el propósito de destruir a la Revolución Cubana en una coyuntura que parecía facilitarlo.
La Ley Helms-Burton, por tanto, se concibió originalmente en un contexto que parecía facilitar el propósito trazado desde 1959; pero los acontecimientos no se ajustaron a ese plan, de ahí que se vuelva a invocar en la nueva circunstancia de 2019.