Una frase expresada por el Comandante Ernesto Che Guevara el 24 de septiembre de 1961, al clausurar una asamblea de producción, viene como anillo al dedo para estos tiempos: “En la planificación lo que haya de improvisación, por motivos que nosotros no hayamos podido prever, es una falla nuestra. Y debemos tratar de que exista el menor número posible de estas fallas”.
Y la destaco, precisamente, porque desde el día 1ro. comenzaron en todo el país las asambleas para el análisis con los trabajadores de la elaboración del plan de la economía y el presupuesto correspondiente al próximo año.
Si se quiere contar con un plan más participativo y flexible, como ha reiterado Alejandro Gil Fernández, ministro de Economía y Planificación, al proceso hay que darle la relevancia que merece, y en consecuencia, como señaló el titular al intervenir en una de las sesiones del XXI Congreso de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), propiciar la identificación de las reservas internas y las fortalezas en cada territorio y empresa, explotar las potencialidades del encadenamiento productivo y exportar más, sin poner límites al crecimiento productivo.
Entonces no pueden ser meras asambleas que se vayan de un solo lado o en las cuales se realicen análisis superfluos, sin razonamientos valorativos previos. En ese sentido, a la dirección sindical le concierne desempeñar un papel cardinal.
Milagro de la Caridad Pérez Caballero, miembro del Secretariado Nacional de la CTC, al hacer precisiones al respecto, insistió en que la misión principal del movimiento sindical es asegurar políticamente el proceso, y subrayó la importancia de la preparación de la dirección administrativa y la sindical para garantizar una adecuada conducción de las asambleas a fin de lograr lo que se pretende.
Resulta un propósito esencial romper los esquemas de años anteriores, para lo cual se hace necesario estudiar un grupo de documentos básicos, como la Constitución de la República de Cuba; la Conceptualización del Modelo Económico y Social Cubano de Desarrollo Socialista; las Bases del Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social hasta el 2030, y los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución para el período 2016-2021.
A esos deben unírseles discursos, intervenciones, indicaciones y artículos referidos al asunto, los que también servirían de fundamento para realizar propuestas con “todos los hierros”, con definiciones claras y carácter estratégico.
Están establecidas las premisas de que el plan y el presupuesto tienen que nacer de abajo, y que el proceso debe ser consciente, con un razonamiento por parte de los trabajadores sin niveles predefinidos de actividades, ni directivas específicas. Solo deben tenerse en cuenta las potencialidades para contribuir más a las estrategias y prioridades de la economía.
Hay que considerar, desde luego, que en el año 2020 se presentará un escenario económico matizado por el endeudamiento externo; una restringida disponibilidad de divisas, y el recrudecimiento del bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por el Gobierno de los Estados Unidos.
Eso obliga a que el plan se corresponda con las capacidades disponibles y los niveles de eficiencia, sobre todo en el sistema empresarial; la eficacia en el empleo de los recursos, con un respaldo total a los compromisos de crecimiento, y que los presupuestos estén ajustados a las necesidades reales.
Las prioridades están claramente definidas: incrementar las producciones o los servicios con destino a la exportación y satisfacer las demandas de las entidades exportadoras; lograr el máximo aprovechamiento de las capacidades existentes, y asegurar los procesos dirigidos a satisfacer las demandas de la economía interna, fundamentalmente de alimentos, transportación, informatización de la sociedad, vivienda, materiales de la construcción, fuentes renovables de energía, medicamentos y turismo.
No puede dejar de valorarse el objetivo de reducir los inventarios de productos ociosos o de lento movimiento, los que constituyen un verdadero lastre económico de un peso considerable y que, a pesar de ello, no se les concede aún toda la importancia que merecen por parte de los equipos de dirección.
Según ha insistido con acierto la CTC y sus sindicatos, se trata de conformar un plan y un presupuesto entre todos, a tono con la premisa de lograr una planificación más flexible, menos centralizada y más participativa.