Por Carmen R. Alfonso
Todo nuestro pueblo conmemora este sábado primero de junio el Día Internacional de la Infancia. Cuando en 1952 se celebró en Viena una conferencia internacional en defensa de la niñez, con el lema Los niños nacen para ser felices, se acordó instituir esta fecha, la que se celebró por primera vez en Cuba en 1963.
Recordemos la significación que para nuestro Héroe Nacional José Martí tenía esta etapa de la vida, en la que consideraba que debían cultivarse preferentemente los sentimientos de independencia y libertad.
Nuestro Apóstol tenía la convicción de que al niño no se le debía decir más que la verdad. Argumentaba que las cualidades esenciales del carácter, lo original y enérgico de cada hombre o mujer, se dejaban ver desde la infancia en un acto o idea, hasta en una mirada. Y analizó: “Cuando no se ha cuidado del corazón y la mente en los años jóvenes, bien se puede temer que la ancianidad sea desolada y triste”.
Martí dedicó a los pequeños una obra fabulosa, la revista La Edad de Oro, en la que comentaba que el niño ha de trabajar, de andar, de estudiar, de ser fuerte, de ser hermoso. Y reflexionaba que además puede hacerse hermoso aunque sea feo, ya que un chico bueno, inteligente y aseado es siempre hermoso.
En esta publicación, aparecida desde julio a octubre de 1889, se explicaban de forma linda y sencilla las bellezas del espíritu. Él decía: “El ser bueno da gusto, y lo hace a uno fuerte y feliz”.
Nuestro Apóstol exhortó igualmente a la honestidad como conducta vital y a la franqueza como expresión natural. “Así queremos que los niños de América sean: hombres que digan lo que piensan, y lo digan bien”. También alentó: “Los niños debían juntarse una vez por lo menos a la semana, para ver a quien podían hacerle algún bien, todos juntos”.
La prédica martiana mantiene su vigencia, pues como dijo el Maestro ellos son los que saben querer, “los niños son la esperanza del mundo”.
