Con motivo del aniversario 330 de la fundación de la ciudad de Santa Clara, el próximo 15 de julio, se realizan acciones en diferentes áreas de la urbe para festejar el onomástico.
Entre las zonas beneficiadas se encuentra el bulevar, en el que debe culminarse el remozamiento del restaurante Casa del Gobernador, las cafeterías La Cubana y El Pulman, El Daiquirí y la Casa de la Trova. Además se ejecutan acciones de mejoramiento de los parques El Carmen y el Leoncio Vidal, así como se reconstruye la sede del Grupo Teatro Estudio, varios mercados, una dulcería y panadería, áreas para venta de flores y un espacio patrimonial. Se deben terminar durante el año otras obras sociales como la Sala de Concierto y la Casa de Las Letras, asimismo se emprenderán actividades cultuales y políticas.
Ojalá este aniversario sirva para oxigenar la ciudad de Marta Abreu, patriota y benefactora, y también la del Che Guevara, y recuperar el concepto estético citadino que décadas atrás exhibió.
Es que la ciudad ha transitado por una crisis urbanística que ha repercutido en su ordenamiento e incluso en el comportamiento social de sus habitantes. Hablo no únicamente por sus ya famosos microvertederos, sus carretones de caballos mal olientes, los que por mucho tiempo fueron casi el medio de transporte exclusivo de la población, ni por el abasto deficitario de agua, sino por la pérdida de una cultura del detalle que vale la pena recomponer, y esta ocasión es ideal para hacerlo.
Es para muchos una ciudad sin desarrollo, perdió su elegancia al ser enrejados sus más importantes espacios públicos como las áreas del Estadio Augusto César Sandino, ha diseñado una propaganda gráfica incoherente y poco contemporánea que va en detrimento del mensaje que se desea transmitir, y ha establecido fórmulas poco aceptadas para recibir ingresos, como que sus pobladores paguen por entrar a su mercado principal, no importa si no compren productos o que estos no existan.
Preocupa, además, que muchos de los inmuebles del centro de la ciudad están en derrumbe, apuntalados o tapeados, sin una pronta recuperación de estos, lo que hace que los espacios peatonales se complejicen, lo que a su vez se agudiza cuando algunos de los amplios portales que existen adquirieron como objeto de uso ser cafeterías o bares del turismo, y que varias esquinas se hayan convertido en urinarios públicos, todo lo cual obstruye el tránsito de los ciudadanos en flagrante irrespeto a las tradiciones y la cultura urbana.
Mención aparte merece el teatro La Caridad, en cuyo entorno se cometen indisciplinas sociales de diversas índoles las que atentan contra la mayor joya arquitectónica de la ciudad y contra los valiosísimos espectáculos que allí se presentan. Afortunadamente se proyecta un reordenamiento de este espacio, asunto que debe ser tenido en cuenta como máxima prioridad y no solo en esta época de conmemoración, sino convertirlo en un proyecto cultural que alcance sistematicidad.
El aniversario 330 de la ciudad de Santa Clara parece ser punto para el despegue en la construcción de una ciudad mejor, ordenada, limpia, elegante como siempre fue. Ello requiere, y solo se logrará, con el esfuerzo de todos, con la convocatoria de todos. La nueva Constitución da autoridad a los municipios para tomar decisiones en función de la colectividad, nunca sobrará la consulta a expertos, historiadores, líderes formales y no formales.
Los esfuerzos actuales valen la pena, pero ellos deben estar encaminados al sostenimiento de estos. Santa Clara merece y puede dejar de ser la ciudad desaliñada que es hoy para volver a ser la elegante dama del centro del país que antaño fue. No obstante, a mi hoy ciudad de 330 años, se le quiere con fuerza y entereza.