La biblioteca de la Universidad de Ciencias Médicas Carlos J. Finlay de Camagüey por dos días se volvió un aula diferente. Se mezclaron profesores, sicólogos, siquiatras, estudiantes de pedagogía… todos eran alumnos y aprenderían, o enseñarían, sobre Sexualidades y derechos, en pos de una reflexión que comprometa.
Primero hubo silencio. Luego risas; incomprensiones faciales; se notaba la contradicción; había intercambio. Eran casi 40 personas que formaban cincos equipos. Uno, el primer día, escenificó una reunión de padres y mostró cómo a una niña le afectaban las discusiones de sus progenitores porque la madre había escogido compartir sentimientos sexuales con una mujer.
Y el profe escribía en una pizarra: culpa, familia, amor, sociedad, cariño, apoyo, aceptación. Luego, todos pensaron y hablaron de las incomprensiones en espacios escolares, en centros de trabajo, en aulas; comentaron sobre derechos, los que si no tienen garantían son letra muerta y abogaron por no dejar prevalecer los estereotipos.
Talleres que gestan reflexiones
El Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex) es una entidad de investigación que tiene como esencia la docencia. Es por ello que fomentan la creación de talleres de sensibilización que juegan un papel esencial dentro de las Jornadas Cubanas Contra la Homofobia y la Transfobia (JCCHT).
Massiel Rodríguez Núñez coordina las actividades académicas de la JCCHT y asegura que aunque sean sistemáticos los talleres siempre hacen bien. “Últimamente apostamos por ir hacia instancias académicas donde están los jóvenes, quienes tienen esa capacidad de transformación social y pueden movilizar a otros grupos. Además influimos en los profesores, personal preparado que se encarga de transmitir conocimientos”.
Para Andy Aquino Agüero, miembro del equipo docente, este tipo de talleres responde a la necesidad social de ir ubicando las temáticas de las sexualidades no heteronormativas en la palestra pública. “En el diapasón de las relaciones humanas hay muchas experiencias de vida que merecen ser tocadas.
“Por ello nuestro objetivo es sensibilizar y generar una agenda para que luego sean aplicadas y divulgadas en los centros de estudio o trabajo de cada cual. Nos jubilaremos de ser médicos, abogados, pero nunca de ser buenas personas y esto garantiza crear herramientas para que sea posible”.
Al final: cambio y transformación
Se puso el punto final y todos salieron a tropel a contar las experiencias. Hubo a quien le escucharon, al que mandaron a callar, “porque en mi casa esas cosas no se hablan”, pero que igual buscó público para ser escuchado.
A Yaneiris Hernández Tomás, estudiante de pedagogía en la especialidad de licenciatura en biología, la convocaron a participar y nunca pensó que le gustaría, pero le encantó porque “pronto se enfrentará a las aulas y todo lo práctico que aprendí aquí me enriqueció y podré transmitírselo a mis futuros alumnos”.
El profesor Yoel Izaguirre Cabrera siempre se erigió como defensor de la no violencia, por lo que agradece la experiencia que lo llenó de “valores y herramientas que nos ayudarán a transformar completamente la forma en la que educamos para que sea realmente con todos y para el bien de todos”.
“Sabemos que esta fue una primera interacción –comenta Massiel–, hay que volver y contar con otros públicos. Pero hay que volver sobre todo porque en las temáticas abordadas denotan la necesidad de reforzar contenidos, porque hay ausencias y es necesaria la sistematización.
“Las personas lo agradecen, se vive un despertar y con sus palabras te hacen sentir que es valioso el trabajo que hacemos, que es muy cuestionador, pero necesario porque se abordan temáticas trascendentales para la vida tales como derechos, igualdad, ética humana, respeto, el hacernos mejores personas, el habitar el mundo siendo más dignos; elementos que a veces la cotidianidad nos hace perder, pero que el taller intenta rescatar”.
