Así era Ruth Vargas Hernández, una mujer que a contraluz siempre resultó ser lo mismo: dulzura admirable, mas sin esconder el rigor y aplomo del empeño.
Distinguida en el territorio como alfabetizadora, ofrecía conversatorios en escuelas y comunidades sobre su participación en aquella decisiva etapa de la Revolución. Hasta su muerte se involucró en coloquios nacionales, intercambios generacionales, congresos iberoamericanos de asociaciones de adultos mayores y eventos de Pedagogía (en calidad de fundadora de la Asociación de Pedagogos de Cuba) donde aportó su experiencia y memorias por haber vivido la etapa precedente al triunfo de 1959.
Luego, al constituirse el sindicato de educación, se inició como su organizadora en el territorio, y conjugó esa labor inaugural del movimiento obrero organizado con su labor de maestra, vocación a la que se había asido al concluir la Campaña de Alfabetización.
Fue además delegada al I, VIII, I X y X Congresos del sindicato y más tarde, en 1997, integrante del comité nacional del gremio.
Confesa apasionada del accionar sindical continuó colaborando activamente hasta su muerte, puesto que si no lo hacía “algo le faltaba en la vida”. Gracias a sus desvelos en la incorporación a los jubilados, Guantánamo llegó a ser reconocida en el país por alcanzar más de mil 400 afiliados en el sector.
Todo el tiempo hablaba de no sentirse inútil tras alcanzar la tercera edad, y nadie como ella para explicar con argumentos aquello de “darle vida a los años”. De ahí que fuera fundadora, líder y profesora de la Cátedra del Adulto Mayor en la provincia más oriental de Cuba, una actividad que le produjo no pocas satisfacciones, entre ellas los más de mil titulados de esa enseñanza en la provincia en más de 11 graduaciones.
Por eso, no obstante su casi nonagenaria existencia Ruth Vargas nunca renunció a su fe en el impulso que significaban los jubilados para el movimiento obrero. Sobre “esa fuerza, casi subestimada, en las tareas más urgentes de hoy” le habló a una colega en una entrevista: “Nos toca ayudar a los demás a atemperarse a las necesidades del país, que es consolidar la economía, lo cual nos exige laboriosidad como primer valor. Un afiliado y un dirigente sindical ha de ser sobre todo un buen trabajador, porque la Revolución nos ha acostumbrado a una ética del trabajo a todos…”
Fue precisamente esa convicción la que dejó a quienes le conocimos: una imagen de coherente activismo a las nuevas generaciones y la voluntad perseverante de propagar valores, principios, orientación. Cauce de esa entrega lo fue su protagonismo en la compilación y escritura de la historia del sector educacional y del movimiento de jubilados en la región.
Militante del Partido Comunista de Cuba desde 1975, y delegada al Poder Popular en su VIII mandato, Ruth era una exhaustiva comunicadora que enamoraba al más fugaz oyente con su arpegio dulce y locuaz. No en balde se consagró 14 años como locutora y libretista de la sección de geriatría en el programa Señal, de la emisora provincial de radio CMKS.
Quizás, de tanto hecho y por hacer, ya en la cuarta etapa de su vida, cuando al decir de sí misma “le tocaba pensar diferente”, aún si la edad le ponía un alto a sus motivaciones, ella se resistía y continuaba siendo la eterna maestra y la incansable dirigente sindical…
Aunque al morir no contaba con el título de Heroína del Trabajo de la República de Cuba, Ruth Estibia Vargas Hernández definió en 39 años de vida laboral y 21 de jubilada una incesante trayectoria como docente, metodóloga, investigadora, sindicalista y promotora. Entre sus reconocimientos ostentaba la Orden Lázaro Peña de Primer Grado, la Distinción por la Educación Cubana (1988), las medallas 23 de Agosto (1986), 28 de Septiembre (1987) y Rafael María de Mendive (1990), entre otras condecoraciones y diplomas que esbozaron sus más de 14 años de Vanguardia Nacional, el Premio por la excelencia en la consagración a la Pedagogía y a la formación de los profesionales de la Educación (2013), y el sello 70 aniversario de la Central de Trabajadores de Cuba.
Me enseñó a trabajar y salir adelante profesionalmente, a ella le debo lo mucho que aprendí de la Educación Preescolar. Gracias Ruth y que el cielo sea tu morada. Sabes cuánto te quise y te querré y cuánto te debo y agradezco Madre.