Nada pudo detener el inquebrantable espíritu de Celia Sánchez Manduley. Cubana hasta la médula, asimiló la doctrina martiana y la convirtió en motivo de su existencia. Por ello no vaciló en contrarrestar la farsa gubernamental de rendir honores a José Martí en el centenario de su natalicio —28 de enero de 1953—, y en unión de su padre y otros compañeros subió el Pico Turquino para colocar allí el busto esculpido por Jilma Madera, de manera que desde la cumbre más alta de la Sierra Maestra, y de la Patria, nuestro Héroe Nacional continuara guiando el quehacer de los cubanos dignos.
De espíritu indoblegable, justiciero, vibró de orgullo ante la gesta del 26 de julio de 1953, liderada por el joven Fidel Castro contra los cuarteles Moncada, de Santiago de Cuba, y Carlos Manuel de Céspedes, de Bayamo, ambos en la entonces provincia de Oriente, y su solidaria ayuda a los asaltantes encarcelados llegó frecuentemente a la prisión de la entonces Isla de Pinos, hoy Isla de la Juventud.
Coraje, valor, decisión, derrochó por doquier cuando, por orientaciones de Frank País García, jefe nacional de acción del Movimiento Revolucionario 26 de Julio, asumió la gigantesca misión de preparar en la costa oriental, desde Cabo Cruz hasta Marea del Portillo, un comité de recepción destinado a prestar ayuda a los expedicionarios del yate Granma y guiarlos hacia la Sierra Maestra.
El fracaso del plan de apoyo debido a la demora de la expedición, no melló su optimismo, sino por el contrario, este se impuso en tan confusos momentos y preservó, para el instante oportuno, la organización por ella estructurada con tal objetivo.
Con igual espíritu enfrentó las falsas versiones de la muerte de Fidel Castro en suelo cubano y, confirmada su presencia en la Sierra Maestra, se dedicó a organizar una red de suministros que garantizara la supervivencia y consolidación del núcleo inicial del Ejército Rebelde. Enviados por ella, expresó Fidel, llegaron a la Sierra “(…) los primeros víveres, las primeras ropas, el primer dinero”.
Conjuntamente con Frank, organizó y dirigió a los hombres que integraron el primer refuerzo enviado a los rebeldes, en marzo de 1957, y posibilitó la entrada y salida de compañeros hacia o desde la zona guerrillera.
Ejemplo siempre, fue la primera mujer que se sumó a la guerrilla, con la cual participó como combatiente en la acción del Uvero, la cual, indicó el comandante Ernesto Guevara, Che, “(…) marcó la mayoría de edad (…)” del Ejército Rebelde.
Y aún más. Defensora de los derechos de su sexo, fue una de las más fervientes impulsoras del Pelotón Femenino Mariana Grajales, en cuyas filas la mujer cubana dio sobradas muestras de audacia y valor.
Bajo los seudónimos de Aly, primero, y Norma, después, inteligente y presta emergió en nuestra historia con modestia y sencillez, entregada plenamente a la causa revolucionaria.
Fiel y discreta, permaneció junto a Fidel hasta su último aliento. Lo acompañó en los momentos difíciles de la lucha; compartió con él la alegría y el entusiasmo de cada victoria, los sinsabores de las situaciones críticas, el dolor ante la pérdida de cada compañero.
La Revolución triunfante la mostró al pueblo tal cual era, y este, que captó toda su grandeza humana, reconoció de inmediato su condición de heroína.
Diligente, continuó su incansable quehacer y estuvo presente en cada nueva batalla. Sensible y amante de lo bello y de la vida, dejó su huella indeleble en cada obra que emprendió.
Nació para la Revolución y dio a esta lo mejor de sí, y el desempeño de sus responsabilidades en el Partido y el Estado, fortaleció aún más sus indisolubles lazos de unión con el pueblo y Fidel.
Heroína de la Sierra y el llano, vibra y palpita junto a cada revolucionario, y está en todas y cada una de las obras que el pueblo acomete.
Inigualable, inalcanzable en sus manifestaciones más puras, Celia Sánchez Manduley permanece presente. Se le ve, se le presiente. Su imperecedero ejemplo se impone en cada hombre y mujer, y es acicate para continuar adelante con la obra a la que dedicó todo su entusiasmo, energía y amor.
Por indiscutible derecho, es y será por siempre la más destacada heroína de la Revolución Cubana, de la cual constituye “(…) la fibra más íntima y querida (…)”.