Este viernes la sexta edición de la Serie Nacional de Béisbol para menores de 23 años comienza a transitar por la mitad de su calendario. Se habrán vencido los 18 primeros juegos y en cada grupo hay pugna por el puesto de honor que avanzará a la semifinal en los primeros días de junio.
Y más allá del repunte de Villa Clara en el apartado C con ocho victorias consecutivas o las preocupantes estadísticas en cada uno de los aspectos de juego, el torneo ha tenido más indisciplinas de las imaginadas para esta categoría, con expulsiones por varios juegos y demasiadas faltas de respeto a los árbitros, quienes pueden haberse equivocado un mundo, pero nada ni nadie tiene el derecho de ofender o agredir.
En sentido general, la mejor actuación la van teniendo tres conjuntos: Pinar del Río, Ciego de Ávila e Isla de la Juventud. No incluyo a Santiago de Cuba porque tiene cuatro desafíos menos que el resto, al tiempo que las grandes decepciones van siendo el subtitular de la pasada edición, Las Tunas; y las formaciones de Mayebeque, Artemisa y Granma, coleros en sus respectivos grupos.
El bateo, en sentido general, ha sido hasta ahora el de mayor fortaleza desde que empezaron estas Series Nacionales de Béisbol sub 23 (272 de average, 369 OBP, 744 OPS y 98 jonrones), aunque lo más llamativo es que se expresa con particular acento cuando hay corredores en base (282-376-771 y 51).
Observése que en esta situación el promedio asciende doce puntos y se han sacado del parque la mitad de todas las esféricas del campeonato. ¿Significa eso que los nervios se comportan mejor en situaciones tensas? ¿Es que las jóvenes promesas traen el ADN de los Casanova, Muñoz, Linares o Gurriel, por solo mencionar cuatro oportunos de todos los tiempos?
Por supuesto, el pitcheo sigue siendo lo más preocupante, con apenas seis equipos por debajo de las cuatro carreras limpias por juego, en tanto la media que se anota por partido ronda las seis carreras. ¿Qué están haciendo mejor los entrenadores de Pinar del Río, Isla de la Juventud, Habana, Santiago de Cuba, Matanzas y Ciego de Ávila?
Asimismo, llama la atención los 272 pelotazos en 124 desafíos (más de dos por juego), la estrecha relación entre ponches-bases por bola (1.47 en nueve entradas), y que a la mitad de las selecciones le dan más de nueve hits por encuentro, lo cual trae por consiguiente más probabilidades de carreras o producción ofensiva.
Finalmente a la hora de fildear los números dan espanto, con más bases robadas que cogido robando (179 por 121, en lo cual también influyen los lanzadores al no cuidar los corredores o movimientos lentos en el box),sin descartar que casi 3,38 errores por cotejo es demasiado alto.
Parece que se tenga una idea en la campaña élite este aspecto es también de los más altos y no siempre está asociado a las condiciones de los terrenos (que es cierto no andan de maravillas), sino a la anticipación de las jugadas, la colocación correcta del fildeador y la poca práctica de este aspecto en la preparación técnica de los conjuntos. ¿Será posible aprender a fildear correctamente desde las etapas infantiles? ¿Quién corregirá mejor, el técnico formado en la academia o el otrora jugador de posición?
La mitad de este torneo ya es un hecho. Quedan sorpresas y ojalás las lagunas sean menos.