Por Carmen R. Alfonso
El trabajo y los trabajadores fueron temas abordados por nuestro Héroe Nacional en numerosos artículos, cartas y discursos. En su Cuaderno de Apuntes escribió en 1881: ““El trabajo me engolosina. El trabajo me pone alas. A otros embriaga el vino; a mí el exceso de trabajo”.
Durante su existencia fue fiel exponente de cuanto decía, y tuvo una alta valoración de los trabajadores y de los obreros en especial. En carta dirigida a Serafín Bello, en noviembre de 1889, comentó que el obrero no es un ser inferior, ni se ha de tender a tenerlo en corrales y gobernarlo con la pica, sino en “abrirle, de hermano a hermano, las consideraciones y derechos que aseguran en los pueblos la paz y la felicidad”.
En sus artículos publicados en La Opinión Nacional, de Caracas, y La Nación, de Buenos Aires, José Martí califica así al quehacer laborioso: “El trabajo embellece. El trabajo disciplina. El trabajo nutre, la pereza encoleriza y enloquece. El trabajo rehace en el alma las raíces que le arranca la muerte. El trabajo es piadoso”
Nos enseñó nuestro Apóstol que el hombre crece con el trabajo que sale de sus manos, mientras se depaupera y envilece a las pocas generaciones la gente ociosa, y también nos alertó a que con el trabajo honrado jamás se acumulan fortunas insolentes.
No quiero terminar mi comentario sobre José Martí y el trabajo sin referirme a una frase suya escrita en su Cuaderno de Apuntes, que mantiene plena vigencia:
“Entregados al trabajo, no hay manera de que la pena nos venza.”