Juana Castañeda va camino a Serafín Sánchez, a la plaza de la ciudad de Sancti Spíritus. Dejó sus cañas por un rato, y lleva consigo a hijos, nietos, compañeros de la zafra. Van unidos, con pulóveres blancos, azules y rojos, y levantan banderas multicolores.
Su voz no le alcanza para gritarlo, pero va clamando que el cumplimiento de la zafra en su provincia es casi un hecho y que nadie ni nada les arrancará esa satisfacción que sintieron durante nueve años consecutivos, hasta el 2018. Retomaron un camino ascendente y volverán a ser ejemplo.
Hombres del azúcar, campesinos y trabajadores del campo hacen un núcleo monolítico en torno a Juana, negra esbelta y bullanguera que hace del trabajo una fiesta y la lleva a la plaza, al desfile de los encuentros, donde se juntan trabajadores de todos los sectores para hacer la fiesta del proletariado.
Y no es solo en la ciudad del Yayabo, Che Guevara sobresale en su pedestal, aclamado por miles de sus hijos, que desde toda Santa Clara se levantaron a media noche para verlo, para decirle, con su paso por la plaza guerrillera, que su continuidad está asegurada.
Los avileños salieron al encuentro con Máximo Gómez, y desde su plaza reafirman las convicciones de un pueblo que no se deja amedrentar por las amenazas de Trump, pueblo que está acostumbrado a vivir bajo un férreo bloqueo y que se levanta haciendo de cada realidad una victoria.
En La Habana marchan los fieles de Martí, de Fidel, de Raúl, de Díaz-Canel y de tantos patriotas que lucharon y siguen invictos construyendo el futuro mejor de la patria socialista, próspera y soberana.
Un pueblo en continuidad que se yergue cada amanecer y que espera por cada Primero de Mayo para protagonizar la fiesta del trabajo, del sacrificio, de los resultados y de lo mucho que falta por hacer.
Juana, sus hijos y sus compañeros dejaron sus atuendos laborales por un rato, y quizás cuando el sol queme más fuerte, volverán al trabajo, a recontar las anécdotas, y a seguir viviendo por otro Primero de Mayo.