Ninguna experiencia representa mejor la naturaleza del deporte cubano que una proeza acuñada en agosto de 1991. La pugna no solo proporcionó bienestar, también ratificó el linaje de nuestro movimiento atlético, que merecía y añoraba plantar su bandera en lo más alto de la historia.
Luego de la inevitable introducción debe imaginar que nos referimos a los inolvidables Juegos Panamericanos de la Habana (con subsede en Santiago de Cuba), en los cuales por única vez se doblegó en la tabla final de medallas al gigante estadounidense. A cuatro meses de la cita multideportiva continental en Lima, sirva este material para perpetuar aquella gesta e iluminar al nuevo grupo de valientes, que buscará en suelo peruano otra inmortal empresa.
El sueño se alimenta
El 2 de agosto de 1991 la capital cubana se despertó con una sonrisa entusiasta y segura. Tal vez porque sabía que algo grande estaban «aderezando» los mejores músculos de la nación. Días antes del pistoletazo de partida, la antorcha de la competencia recorrió todo el archipiélago y finalmente se instaló en el estadio Panamericano, muy cerca de la Villa de la justa, en el cual 4 mil 519 audaces de 39 países alistaron sus armas en 31 disciplinas oficiales y una de exhibición: pelota vasca.
El pebetero lo encendió el extraordinario saltador Javier Sotomayor, tal vez como presentimiento de que los anfitriones se proponían llegar tan alto como nunca antes.
Muchos fueron los titanes que tuvo la batalla, sin embargo, lo más atrayente se estampó el 18 de agosto cuando antes de la clausura el medallero reflejó 140 títulos para los anfitriones, por 130 de los Estados Unidos, que fieles a su poderío dijo presente en clavados (5 de 6), natación (24 de 32), tiro deportivo (24 de 38), tiro con arco (12 de 12), velas (4 de 9), tenis de mesa (4 de 7), tenis (3 de 7), nado sincronizado (3 de 3),lucha (11 de 20), ciclismo (3 de 12), bolos (3 de 4) en fútbol y softbol femenino.
Azúcar para crecer
Cuba activó su versión rocosa. Se pertrechó en maestría, calidad y coraje y dominó en el atletismo (18 doradas de las 43 en concurso, boxeo (11 de 12), canotaje (10 de 13), esgrima (7 de 10), gimnasia artística (9 de 17), gimnasia rítmica (5 de 7), judo (11 de 18), pesas (29 de 30), remos (9 de 20) y taekwondo (3 de 8).
Con semejante energía, combustible y emoción nuestra delegación coronó un ejercicio gremial de solvencia profesional, que ratificó el sólido crecimiento nacido a partir de la gesta del Cerro Pelado en 1966. Los de casa sonrieron también en cinco deportes colectivos: balonmano (m), béisbol, voleibol en ambos sexos y el polo acuático (m). En ese último azotó en la disputa por el título al temible equipo norteamericano, dueño de la Copa del Mundo de ese propio año.
Si de héroes se trata
Coleccionista de cientos de gestas, el pugilismo criollo acuñó en la prueba un récord difícil de igualar, pues solo cedió en una división (63,5 kg) de las doce convocadas. Otro broche feliz en su formidable leyenda.
Los intérpretes de la hazaña fueron Rogelio Marcelo, Jesús Ramos, Enrique Carrión, Arnaldo Mesa, Julio González, Juan Hernández Sierra, Juan Carlos Lemus, Rolando Garbey, Orestes Solano, Félix Savón y Roberto Balado.
No menos llamativo resultó el discurso de los forzudos que bajo el signo de la concentración y el deseo levantaron pesos y conquistas. Descollaron, William Vargas, Pedro Negrín, Victor Hechevarría Pablo Lara, Eduardo Lara, Pablo Rodríguez, Oscar Semanat, Enrique Montoya y Eduardo Agüero, todos con tres premios dorados.
En el tapiz de la gimnasia artística Erick López fue santo y seña con cuatro oros, mientras que en la rítmica la plasticidad, belleza y calidad de Lourdes Medina convenció y cautivó al exigente jurado.
Las recompensas personales se extendieron asimismo al atletismo donde la voracidad de Ana Fidelia Quirós le tributó dos coronas e igual cantidad de récords en 400 y 800 metros. En el campo de tiro deportivo Enrique Borbonet emergió como protagonistas Jorge Félix Ríos, mientras en el canal de remos y canotaje José Smith Comas lo hicieron el kayacista Ángel Pérez y el remero Ismael Carbonell. ¿Sus cosechas? Cuatro oros.
Cuba reinó en el béisbol y su pulso frente a los puertorriqueños en la final estremeció el graderío del estadio Latinoamericano. Ermidelio Urrutia atizó la pelota en el cajón de bateo al conectar de 6-6 y Jorge Luis Valdés cumplió desde el box. La pizarra final: 18-3.
Memorables recuerdos dejó la lid en casi todos los escenarios competitivos, sin embargo, en el Complejo de Piscinas Baraguá se fraguó uno de fe y supervivencia. En la final de los 200 metros pecho Mayito González firmó su versión más épica y se agenció una victoria que todavía brilla en la retina y el corazón de los nacidos en esta isla.
Como dato inolvidable resaltó la presencia del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en diversas instalaciones y premiaciones, así como en las ceremonias de apertura y clausura de los Juegos. Su figura ratificó no solo su indiscutible amor por el deporte, sino también su inquebrantable confianza en lograr sueños que a veces se creen imposibles.
La cita continental La Habana 1991 enriqueció el legado de nuestro movimiento atlético, que a pesar de los tropiezos continúa en la búsqueda de nuevas metas. Ojalá tantos recuerdos les sirvan de inspiración a los nuevos héroes en Lima 2019.