Hace ya 29 años que la bióloga marina Katiusca Perdomo Escalona conectó sus rutinas productivas y su existencia a la camaronera Sanros, un estratégico enclave ubicado exactamente en la finca La Federal, del poblado Santa Rosalía, en el sureño municipio tunero de Colombia.
Este sitio está vinculado con la historia del último período de luchas por la soberanía nacional. Allí el Che y la columna que marchaba al occidente tuvieron el primer combate en el llano, un hecho que la comunidad ha incorporado a su patrimonio para rendirle agradecido tributo.
Y en el espíritu de Katiusca anda el ejemplo de entrega y sacrificios de los guerrilleros de entonces, y no se rinde, como no lo hicieron ellos, ante las inclemencias del tiempo, el azote casi cotidiano de plagas, el abrupto camino que recorre casi todos los días y otras vicisitudes cotidianas para atender esmeradamente a los crustáceos.
Cuando indago sobre la posibilidad de un cambio de profesión, ella no duda ni un instante y responde categórica, “¿después del camarón?, ¡el camarón!” y sonríe.
Algo de historia
Según relata su irrenunciable decisión llegó la tarde-noche del 15 de enero de 1991. Ese día la ansiedad la dominaba, “cómo no estar así. Esperaba la cosecha de mi estanque, la primera después de tanto tiempo de desvelos”, recuerda.
Tenía entonces 19 años de edad, era casi una niña, pero los resultados coronaron las expectativas, calmaron su estado de ánimo y, definitivamente, le “hincaron” en el corazón el amor a estas difíciles faenas: “Ese día los camarones promediaron 14,9 gramos y capturamos cinco toneladas con 600 kilogramos”.
Han transcurrido todos esos años, y Katiusca tiene las imágenes de aquella jornada a flor de memoria, y recuerda que la actual unidad empresarial de base (UEB) Sanros, adscripta a la Empresa para el Cultivo del Camarón del Ministerio de la Industria Alimentaria, fue fundada el 9 de agosto de 1990 y ella estaba ahí.
“Comenzamos, dice, con seis estanques, siete camaronicultores, uno de ellos encargado del muestreo y ocho técnicos graduados en Biología Marina, todos adiestrados en otras camaroneras como la de Santa Cruz (Camagüey) y Río Cauto (Granma)”.
Esta unidad desde el año 2012 mantiene crecimientos sostenidos de sus producciones, y su colectivo ha roto tres récords de manera consecutiva que sellaron el 2018 con la captura de 650 toneladas; en ese importante enclave económico Katiusca ha hecho residencia y disfruta cada éxito productivo.
En correspondencia con los planes que buscan el incremento de este rubro exportable, “hemos ido creciendo en áreas y ya disponemos de hectáreas destinadas a la precría de tierra y 29 de engorde; y, una fuerza profesional y técnica que suma 150 trabajadores que son los artífices de los éxitos que hemos ido alcanzando”, enfatiza.
Katiusca es una de los seis fundadores que todavía andan desafiando plagas, inclemencias del tiempo, peligros de caminos casi intransitables y otras vicisitudes para que al crustáceo no le falten las esmeradas atenciones para su supervivencia y desarrollo, y continúe despierto en la Sanros.
Durante todos esos años ha sido duro su bregar. “Mira, aquí a veces uno no sabe ni qué día de la semana estás viviendo, porque trabajamos siempre que haga falta”, y así ha sido su trayectoria laboral, “me levanto a las cinco de la mañana, me monto en el tractor a las seis y a las seis y treinta llego al trabajo, donde permanezco generalmente hasta las cinco y treinta de la tarde. Vivo en Tana, a 10 kilómetros de la sede administrativa, y a doce del área de producción”.
Ella ha transitado por diferentes labores y ahora es jefa del grupo de Calidad; combina dinámicamente esa responsabilidad con la de secretaria general del buró sindical, “me gusta lo que hago”, dice, y en la cotidianidad deja muestras tangibles de su vocación.