Icono del sitio Trabajadores

Día de la Medicina Veterinaria: Ubre Blanca, mi orgullo

Jorge Alberto Hernández, médico veterinario. Foto Abel Padrón Padilla

Más allá de lo manido de la frase, de lo gastada por el mucho uso, incluso del perdón de sus tres hijas, y del propio entrevistado, lo mejor que en la vida le ha pasado a este hombre nacido hace 72 años en Isla de Pinos, es haber sido el médico —“de cabecera, que no es lo mismo”, aclara— de la famosa Ubre Blanca, la vaca F2 cubana que sentó cátedra en el mundo a inicios de los años ochenta del pasado siglo.

Médico veterinario, fumador impenitente, cuentista —o cuentero según el caso— es un verdadero “jodedor cubano” con muchas batallas a cuestas.

Cumplió misión internacionalista como profesional de su especialidad en Etiopía y como científico en Tanzania, donde escaló el Kilimanjaro. Especialista en fauna salvaje y en zoológicos, “pero lo que más me gusta es la veterinaria, en especial la reproducción vacuna. Mi formación inicial es la de Técnico en nivel Medio en Elaboración y Conservación de Semen de Bovinos”, subraya.

Tiene una memoria prodigiosa, al punto de que en nuestra conversación solo tuvo un olvido: el nombre del celador que le puso Ubre Blanca al animal allí en el Distrito La Victoria. Es detallista y guarda con celo infinidad de recortes de periódicos de la época. “Así puedo comprobar cada dato, y recrearme con las fotos”, dice.

“Yo era director de veterinaria en Isla de la Juventud, y Armando Manresa, el secretario del Partido en el Municipio Especial, me manda a buscar para hacerle un plan especial de alimentación a la vaquería, fundamentalmente a esa vaca, que ya producía diariamente 63 litros de leche en condiciones de ganadería normal, con dos ordeños. En ese momento, un poco tardío, había parido a Reina Amalia, su tercera hija. Era junio de 1981.

“En su segunda visita al animal, el Comandante en Jefe se vira pa’mí y me dice: ‘A esta vaca no le puede dar ni catarro’ y es cuando Manresa jaraneramente me manda a que prepare una colombina para mudarme para el lugar. En una ocasión estuvo siete días sin rumiar, y como es lógico, yo estuve también siete días sin dormir.

“Un día Fidel llamó por teléfono y me habló de la vaca Arlinda Allen, de Indiana, Estados Unidos, que era la recordista mundial en ese momento. Me preguntó qué yo creía de aquella y le digo que aquella tenía que morirse, pues la alimentaban con mucha carga concentrada, mientras que la de nosotros solo comía hierba y pienso. Incluso le dije que la nuestra podría llegar a 120- 140 litros. Era más fácil atender a Ubre que contestarle las preguntas a Fidel”.

Pasados 35 años de un récord tan cierto como increíble, Yoyi, como llaman desde niño a Jorge Alberto Hernández Blanco — aunque por un tiempo también le dijeron Ubre— no deja de pensar en lo que le aportó aquel animal fabuloso, que a su decir “reunía las bellezas de la ganadería vacuna, aunque pienso que su comportamiento no era de vacuno; sino más bien parecía un caballo de cuadra. ¡Mire usted!

“Era un reloj biológico. Cinco minutos antes de su comida, se paraba en la cerca de su cuartón, buscaba, miraba y le mugía al Chino, que era quien la alimentaba. Comía por ocho horas, dormía ocho y descansaba otro tanto. ¡Era perfecta!

Foto: Abel Padrón Padilla

“Cada día tomaba 130 litros de agua, dos litros de miel, y se comía 40 kilos de forraje y 40 de pastoreo inducido, entre otras cosas. Ella misma cogía la hierba y la unía con la miel, entonces se la comía. En total eran más de 250 kilos de alimentos. ¡Un fenómeno, una excepción desde el punto de vista de su aparato digestivo”, dice.

“Mire usted, no le gustaba que le tocaran el lomo y en una de las seis visitas que le hizo Fidel, le puso la mano precisamente en el lomo y no se puso brava. En jarana le dije al Comandante en Jefe que recordara el 25 % de cebú de la vaca y entre risas me dijo: ‘Yo no confío mucho en ese 25 %, pero sí en mis piernas’.

“Recuerdo que cuando yo me acercaba al cuartón, le decía: ‘Entra, Ubre’, saludándola como hacen entre sí los atletas y los jóvenes. “Entonces ella me daba un toque con su nariz. Si no hacía eso era que se sentía mal, tenía algún malestar o infección”. Cada diálogo con Yoyi —como este que sostuvimos en ocasión del Día de la Medicina Veterinaria— es no tanto para hablar de su persona, como para conocer detalles hoy quizás olvidados de Ubre Blanca. “Eso no me molesta”, asegura.

“Cuando más aumentó su producción de leche fue cuando le bajamos de cuatro a tres ordeños diarios, porque entonces descansaba más. El 25 de enero de 1982 logró su récord mundial de 110,9 litros en un día, con tres ordeños. Esa noche dio 41,2 litros. Pero no es solo eso lo más grande, pues le contabilizamos 27 mil 674,2 kilogramos en un año —2 mil 400 más que Arlinda— y mil 51,2 kilos de grasa en ese tiempo, casi 300 por encima de aquella. Era tan densa que a mí me ponían seis vasijas con leche de otras tantas vacas, y con certeza yo sabía cuál era la de Ubre Blanca.

“Hoy se habla de una vaca brasileña que en un día dio más de 120 litros, pero lo que con seguridad sigue siendo un récord mundial es la cantidad que dio en un año. De eso no hay dudas”.

Para Yoyi, actualmente jubilado, luego de más de 47 años dedicados a la veterinaria, Ubre Blanca resume lo mejor de la ganadería cubana, la política de cruzamientos y la existencia en ese animal de características lecheras de las hembras Cebú en el país.

“Es mi orgullo, fue una responsabilidad, me permitió realizarme como veterinario”, concluye.

Compartir...
Salir de la versión móvil