Con sorpresa me he tropezado con un poema del Indio Naborí sobre los jubilados, que me provocó sentimientos encontrados:
“El parque es un andén/ donde los jubilados aguardan por el tren/ que ha de llevarlos lejos: al Olvido”.
Así dicen sus primeros versos. Pero a continuación la vida bullendo a su alrededor, de la que nadie puede permanecer ajeno, se impone al derrotismo:
“Conversan y no escuchan que se aproxima /el viaje, / Porque los niños hacen ruido/ Y hay pájaros trinando en el ramaje”.
Según mi experiencia, en el parque de la esquina de mi casa se reúnen los jubilados, pero no en espera de su fin sino para hacer ejercicios que los mantengan en buena forma física. Los que se sientan a conversar lo hacen generalmente como un medio de socialización con sus contemporáneos o vecinos, y a menudo interrumpen el diálogo para cumplir con las obligaciones hogareñas que asumen en apoyo a la familia o posponen el encuentro para el fin de semana con el propósito de acudir a su nuevo colectivo laboral.
Sí, porque una tendencia creciente en estos tiempos en que ni los salarios ni las pensiones están a la altura de la satisfacción de las necesidades, es que el jubilado se reincorpore al trabajo. Ello resulta doblemente beneficioso: para él, porque la ley le permite recibir el monto de su retiro y el salario de la nueva plaza que ocupa, y para la sociedad porque contribuye al reemplazo de la fuerza laboral afectada por diversos factores, y porque aporta además de conocimientos, experiencia.
Un cubano o cubana jubilados de hoy no pueden compararse con los de su misma edad en la década de los cincuenta en que la esperanza de vida al nacer era de poco más de 60 años, indicador que ha ido en aumento, con una superior calidad de vida, gracias a los programas de salud que ha puesto en práctica la Revolución, y no es raro encontrar con mayor frecuencia a personas que alcanzan o sobrepasan los 80.
Esto quiere decir que un individuo que actualmente se jubila en la sexta década de su existencia está por lo general en plenitud de facultades para ejecutar tareas útiles, como lo han demostrado muchos profesionales, entre ellos los maestros que se vuelven a contratar o los médicos altamente calificados, quienes en los hospitales fungen como asesores de diversas especialidades. Fui testigo de la utilización de los saberes de veteranos en diferentes oficios como formadores de las nuevas generaciones por mencionar solo algunos ejemplos. Es cierto que no todos los jubilados pueden hacerlo por su estado de salud o las características del trabajo que estaban realizando, pero es una opción creciente.
Un criterio que salió a relucir con fuerza en la discusión del documento Bases para el Fortalecimiento de la Misión del Movimiento Sindical Cubano fue la posibilidad de acceder a una pensión que represente el 90 % del salario, lo que requiere 45 años de servicio. Para los hombres es factible, puesto que la edad de jubilación es de 65 años, pero para la mujer que se jubilaría a los 60, no podría alcanzarla, porque ni aun empezando a laborar a los 17 años acumularía ese tiempo. Tomar en cuenta este criterio no significa reformar la Ley de Seguridad Social porque es solo un aspecto puntual de su contenido.
El aporte de la mujer cubana en los más diversos sectores es hoy decisivo, aunque no hay que olvidar que todavía muchas se ven sometidas a la doble jornada en el trabajo y el hogar, y en no pocos casos les toca asumir la mayor responsabilidad de la atención a los hijos y de los adultos mayores.
El reclamo para que puedan acceder al retiro con el 90% es evaluar que el porciento por cada año superior a los 30 de servicio sea mayor. Sería un reconocimiento a su esfuerzo y seguramente ellas tampoco verían el parque como el andén del que habló el poeta.