La acción parecía imposible, tal vez quimérica. ¿Cómo imaginar a aquellos jóvenes que a golpe de patriotismo y audacia protagonizaron el asalto al Palacio Presidencial, madriguera del tirano Fulgencio Batista, el 13 de marzo de 1957?
Era preciso tener coraje, ¡mucho coraje!, para multiplicar la dimensión de lo heroico.
José Antonio Echeverría, estudiante de Arquitectura y presidente de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), fue el alma de la histórica jornada que hace 62 años hizo trepidar los cimientos de un régimen aupado por la injusticia, la ignominia, la tortura y el crimen.
Como líder del Directorio Revolucionario encausó la lucha insurreccional desde aulas de la Universidad de La Habana, y en agosto de 1956, junto a otros jóvenes, se entrevistó en México con Fidel Castro Ruz, máximo dirigente del Movimiento Revolucionario 26 de Julio. Del suceso histórico quedó suscrita la Carta de México, documento en el que ambas organizaciones sellaron el compromiso patriótico de emprender el camino para hacer la Revolución.
Comenzaba un proceso muy difícil, de análisis profundo y minucioso para llevar a cabo un plan que derrocara a la dictadura batistiana. El Directorio Revolucionario determinó llevar a cabo el ataque y toma del Palacio Presidencial.
Como ha expresado Faure Chomón, Comandante del Ejército Rebelde y segundo jefe de aquella acción, de allí partían todos los hilos de la conducción del poder dictatorial, y además era una fortaleza militar, que por su numerosa guarnición, nos proporcionaría gran cantidad de armas, suficientes para continuar hacia otros objetivos que irían convirtiendo a La Habana en una gran sublevación popular.
Tras varias semanas de preparación clandestina, que incluyó la vigilancia de los movimientos de entrada y salida del tirano en el recinto presidencial, se produjo el asalto por parte de un comando del Directorio Revolucionario integrado por medio centenar de combatientes.
Las tres de la tarde fue la hora cero. Dos autos y un camión con el rótulo Fast Delivery iniciaron la marcha desde el sitio de acuartelamiento. Habían transcurrido casi 30 minutos de travesía cuando se detuvieron súbitamente frente a la entrada sur de Palacio, y a fuego limpio no solo lograron neutralizar a la posta, sino penetrar y mantener en jaque a la guarnición que se replegó ante el empuje de los revolucionarios.
Se había logrado un propósito clave: el factor sorpresa. Batista logró escabullirse hacia la azotea pocos momentos antes de que los combatientes llegaran hasta su despacho. La superioridad del enemigo en hombres y armas, junto a la indecisa actitud del grupo a cargo de apoyar a los asaltantes, fueron factores que impidieron el éxito.
Mientras esto ocurría, José Antonio Echeverría, junto a otros compañeros de lucha, llevaba a cabo la Operación Radio Reloj para anunciar el ajusticiamiento del tirano y convocar a la insurrección popular. Minutos después, caía en desigual combate contra un carro patrullero de la policía junto a los muros de la Universidad de La Habana.
“Si caemos, que nuestra sangre señale el camino de la libertad”, había escrito el líder estudiantil en su testamento político y así fue. Muchos otros como él demostraron que a lo largo de la lucha insurreccional no faltaron combatientes capaces de tomar por asalto los sueños y el porvenir de la patria.
Acerca del autor
Graduado de Licenciatura en Periodismo, en 1976, en la Universidad de La Habana. Hizo el servicio social en el periódico Victoria, del municipio especial isla de la Juventud, durante dos años.
Desde 1978 labora en el periódico Trabajadores como reportero y atiende, desde 1981 temas relacionados con la industria sideromecánica. Obtuvo premio en el concurso Primero de Mayo en 1999 y en la edición de 2009. Es coautor del libro Madera de Héroes.