La significación real de la Feria del Libro no radica en número de títulos y ejemplares puestos a disposición de los lectores. Ese elemento, al menos fuera de la capital, es tan veleidoso como los vientos de Cuaresma, que pueden soplar más o menos fuerte.
A mi modo de ver, la trascendencia de ese evento está en la forma en que conciben el programa de manera tal que lo disponible abarque y “atrape” a la mayor cantidad posible de amantes de la literatura o a quienes se adentran en ella.
Por eso, al razonar lo sucedido en la edición de este año en Cienfuegos obvio las cifras y dirijo la atención en lo que algunos denominan “programa colateral” y que yo llamaría esencial. O sea, en ese accionar que hace ampliar la Feria más allá de las áreas de venta y de los espacios de conferencias, talleres, charlas y presentaciones de libros, y se introduce en colectivos laborales y de estudios, unidades militares y hasta en las prisiones.
Y aunque las menciono de último, ocupan las penitenciarías un sitio de elevada importancia, en mi opinión porque el valor de un libro en esos lugares se multiplica como “los panes y los peces”, ya que ayudan significativamente a esas personas que cumplen sanciones.
Por ejemplo, en esta ocasión, como se ha hecho tradicional, a la prisión de Ariza llegó el escritor cienfueguero Alexis S. García Somodevilla a presentar el libro El rey de La Habana, de Pedro Juan Gutiérrez, publicado por la Editorial Oriente, y al centro de estudio y trabajo para jóvenes, del programa Tarea Confianza, fue Luis E. Ramírez Cabrera, con Retrato de muchacha azul, del sello Mecenas.
Y a la penitenciaría para mujeres fue la escritora Isora Morales con Cumbres Borrascosas, de Emily Bronte (Editorial Arte y Literatura), todo un clásico de la literatura universal.
Cuánto agradecen los que están recluidos la llegada de los libros y el intercambio con quienes han dedicado su vida a escribir. Es para ellos, imagino, como una luz refulgente al final del túnel.
Entonces, con más o menos libros que se pongan a la venta, la Feria bien vale la pena.
Cienfuegos: comenzó la fiesta del libro