Una de las once familias damnificadas más grandes que desde inicios de febrero hallaron cobija en el Hogar de Tránsito Estrella Roja, en el municipio de Diez de Octubre, es la de Mirurgia Steven Carvajal, secretaria general del buró sindical en la Empresa Constructora de la Administración Local de La Habana (Ecal).
Desde su madre Clara hasta su nieto de dos años, su núcleo de siete personas halló allí las condiciones mínimas para continuar su vida, luego de que el devastador tornado del 27 de enero último destruyera la precaria ciudadela donde residían, en la cual ya tenían expediente para albergar desde hace más de una década.
“La mayoría aquí vivíamos en la misma cuadra, nos conocemos, por eso nos ha sido más fácil organizarnos, ayudándonos entre todos”, expresó Mirurgia, quien de algún modo lidera informalmente también la pequeña comunidad emergente, que hoy ocupa antiguas oficinas de lo que fuera la fábrica de cocinas Pike, instalación en desuso desde hace varios años.
“Hay limpieza y solidaridad”, resumió la doctora Xiomara Leyva Riverón, del policlínico Turcios Lima, quien permanece a tiempo completo en este albergue a cargo de la atención primaria de salud de sus más de 50 ocupantes, donde hay una decena de infantes, varios adultos mayores y personas con padecimientos crónicos.
Estrella Roja es uno de los siete hogares temporales que ya existen en este superpoblado municipio que sufrió severos daños por el tornado. Más de 200 personas de 56 núcleos familiares permanecían en ellos hasta el jueves de la semana pasada, según informó Anais del Valle Suárez, secretaria de la Asamblea Municipal del Poder Popular y presidenta de la comisión de evacuación.
Otras cerca de 90 personas de una treintena de familias también de Diez de Octubre que sufrieron derrumbes totales en sus viviendas recibieron a lo largo de las dos últimas semanas similar protección coyuntural en cuatro instalaciones adicionales fuera del municipio, en Playa, Boyeros, Cotorro y Arroyo Naranjo.
Omar Montoya, trabajador de la salud y damnificado del consejo popular Jesús del Monte, al momento de nuestro recorrido aún permanecía guarecido en un precario fragmento de lo que fue su vivienda, al cuidado de los materiales y en ayuda de la brigada constructiva que reconstruía su vivienda. “Entiendo que la prioridad sea albergar a las familias con más integrantes, entre ellos niños y ancianos, pero aunque yo vivo solo, también necesito esa protección”, nos comentó comprensivo y atribulado a la vez.
“La decisión es ofrecerles albergue a toda persona o familia que lo necesite”, explicó del Valle Suárez, al precisar que ese proceso continúa e incluso el viernes último las autoridades del municipio preveían visitar a otros 16 núcleos para valorar su situación.
“Llevamos a las personas una primera vez a ver los locales, y si dan su conformidad los trasladamos luego de nuevo con sus pertenencias”, amplió la dirigente, quien añade la complejidad de que algunas familias no aceptan las capacidades ahora disponibles en otros municipios, pues quieren permanecer cerca de la construcción de sus viviendas o por otras razones.
La cotidianidad de lo temporal
Luego de perderlo todo o casi todo de sus casas, reordenar sus rutinas hogareñas en locales pequeños tampoco resulta fácil para estas familias. Quienes trabajan ya volvieron en muchos casos a su vida laboral, total o parcialmente, pero todavía requerirán de mucho apoyo. Un grupo de atenciones estatales e iniciativas solidarias tratan de aliviar la situación de las personas albergadas, aunque no todo está resuelto.
Meriendas y comidas elaboradas gratuitas, colchones y algún mobiliario elemental, servicios de electricidad y agua, son algunas de las primeras urgencias cubiertas, junto con los cuidados de salud y avituallamiento de vestuario, juguetes y otros donativos de todo tipo, que reciben de colectivos laborales, trabajadores por cuenta propia y mucha gente sensibilizada. “Para ser honestos, yo creo que ahora tenemos más ropa que antes”, dijo agradecida Mirurgia.
No obstante, en la habitación donde reside esta dirigente sindical y su familia, por ejemplo, hasta finales de la pasada semana no contaban todavía con literas o bastidores para colocar los colchones, solo funcionaban un tomacorriente y una lámpara, y un televisor que enviaron para todo el hogar de tránsito estaba roto, pendiente de cambio por otro equipo.
La entrega a cada uno de los once núcleos de una cocina eléctrica de donación les ayudaba para algunas urgencias, pero la precariedad de las instalaciones eléctricas no garantizaba suficiente autonomía y seguridad.
Al respecto, la presidenta de Evacuación de Diez de Octubre explicó que pudieron completar con literas los dos primeros y mayores hogares de tránsito, y persisten las gestiones para que residencias estudiantiles de otros municipios presten esos muebles.
Sobre la cocción de alimentos, explicó que el gobierno territorial ya tomó la decisión de suministrar gratis módulos de cocinas de inducción y de comida para elaborar a las familias albergadas, y que una brigada de constructores que laboraba con urgencia en Estrella Roja para acondicionar nuevos locales temporales, debía después mejorar las redes de electricidad en los cuartos ocupados. Tampoco descartan la opción que existe en otros albergues, de habilitar una cocina colectiva con gas de la calle.
Mirurgia, por su parte, anima a su comunidad para hacer lo transitorio más llevadero. “Organizamos en la tarde actividades para los más pequeños, la música el fin de semana con un horario que alegre pero no moleste, y vamos a pintar y embellecer todo lo que podamos, porque ahora este será nuestro hogar, no sabemos por cuánto tiempo”, concluyó optimista.