Si algo nos distingue de otros actos como este en el mundo, es que contiene los criterios de millones de cubanos, que en colosal ejercicio democrático y participativo se convirtieron en coautores del texto y revelaron su compromiso e identificación mayoritaria con el perfeccionamiento del sistema político, económico y social.
Y este resultado responde a una práctica a la que ha recurrido la Revolución desde su triunfo. Cuando a Fidel le preguntaron cómo Cuba resistió ante el derrumbe de la URSS, el Comandante en Jefe respondió: “¿Por qué resistimos? Porque la Revolución contó siempre, cuenta y contará cada vez más con el apoyo del pueblo, un pueblo inteligente, cada vez más unido, más culto y combativo”.
Ese pueblo inteligente, al que el Gobierno Revolucionario continuamente ha apelado ante las grandes decisiones, ahora, como resultado de la amplia consulta llevada a cabo, y después de su aprobación en la Asamblea Nacional del Poder Popular, tiene en sus manos un documento que da respuesta a las necesidades actuales del país y sitúa al ciudadano en el centro de su atención.
En el texto los nuevos actores sociales con sus diversas formas de propiedad están contemplados y tienen la posibilidad de interactuar en similares condiciones.
Para los trabajadores es una satisfacción y a la vez un gran desafío que en la Ley de leyes se reconozca su participación en los procesos de planificación, regulación, gestión y control de la economía, lo que constituye la forma de ejercicio del poder en un sistema social concebido por y para ellos.
Un mal presente en el contexto laboral de muchas naciones, la discriminación de la mujer y particularmente en lo que respecta al empleo, está desterrado de la Carta Magna cubana —y no está de más subrayarlo, por el contraste con otras realidades—, pues en su articulado la mujer y el hombre tienen iguales derechos y responsabilidades en lo económico, político y cultural, laboral, social, familiar y en cualquier ámbito, y que el Estado les ofrece a ambos las mismas oportunidades.
Se prohíbe un flagelo que aqueja a tantas sociedades, que es el trabajo de los niños, las niñas y los adolescentes; y mientras en naciones llamadas democráticas los que han cumplido sanción penitenciaria sufren rechazo, aquí se favorece su reinserción social.
Es una garantía reconocida que todo el que trabaja tenga derecho a la seguridad social y a recibir atención médica si sufre un accidente de trabajo o contrae una enfermedad profesional, y la opción de acogerse a subsidio o jubilación en los casos de incapacidad temporal o permanente.
Otros muchos derechos aparecen recogidos, entre estos la asistencia social a las personas sin recursos no aptas para trabajar y sin familiares que los respalden; el reconocimiento y protección a las familias y la igualdad de derechos, deberes y oportunidades de sus integrantes; la protección de la maternidad y la paternidad y la igualdad de los hijos.
Asimismo se contempla el apoyo a los adultos mayores y a las personas con discapacidad; el respeto y la garantía de la libertad religiosa; el disfrute de una educación de calidad, gratuita y asequible desde la primera infancia hasta la enseñanza universitaria y de posgrado; el acceso sin costo alguno a los servicios de salud, a la práctica de la educación física, el deporte y la recreación, a participar en la vida cultural y artística de la nación…
Son, en no pocas latitudes, aspiraciones con muy escasas posibilidades de ser alcanzadas por las mayorías, y eso lo sabe valorar este pueblo culto y combativo al que se refirió Fidel.
En un contexto internacional convulso y en una región en la que avanzan las fuerzas de derecha, aliadas al imperio, los patriotas cubanos encuentran reflejada en el texto constitucional su postura ante tales peligros: se establece que las relaciones internacionales del país están basadas en el ejercicio de la soberanía y los principios antimperialistas e internacionalistas, se reitera que jamás se negociará con Estado alguno bajo agresión, amenaza y coerción, y en caso de que nos impongan la guerra, la estrategia para enfrentarla involucra a todo el pueblo.
Estas y otras más son las ventajas, sin desconocer los obstáculos a vencer, que les ofrece a sus ciudadanos la Constitución de un Estado socialista, empeñado en construir una sociedad mejor y más justa, y en fortalecer nuestro gran tesoro: la unidad nacional.
Por ello, cuando el día del Referendo cada cual se disponga a ejercer su voto, el más digno será el de apoyar una Constitución que, tras tomarle el pulso a la ciudadanía, le entrega una guía para el presente y el futuro.