Las carreteras cubanas han dibujado desde 1964 un panorama distinto, multicolor, corajudo y festivo a partir de una caravana de ciclistas, cuyo mayor placer no es ganar el primer lugar de la competencia —algo que solo podrá hacer uno—, arropar los mayores premios o imponer récords de velocidad.
La mayor añoranza de un rutero es cumplir el recorrido, vencer con sus piernas y sobre un córcel metálico el trazado entre Baracoa y La Habana (unos mil 323 kilómetros aproximadamente), el cual se antoja ideal de nuevo para el VI Clásico Nacional de Ciclismo, previsto del 7 al 17 de marzo con 15 equipos provinciales y un total de 90 corredores.
Surgido como alternativa a la Vuelta Ciclística a Cuba en el 2014, este tipo de certamen se emparenta con su hermano mayor en muchas de las etapas y en la organización y seguridad que se requiere; en tanto la mayor diferencia recae en la ausencia de pedalistas foráneos y de un cronometraje electrónico como exige la Unión Ciclista Internacional (UCI) para estas justas.
A tono con las tendencias mundiales, el giro nuestro ha visto reducir a 10 sus segmentos (la Vuelta llegó a tener 13 tramos) y lastimosamente no habrá el atractivo ascenso a la Gran Piedra este año, lo cual parece ser resultado de tirar el sofá por la ventana, tras el accidente ocurrido sin lamentar pérdidas humanas en el descenso de ese macizo montañoso en el 2018. ¿No era mejor asegurarlo bien todo en lugar de borrarlo del mapa?
Asimismo, la siempre definitoria contrarreloj individual está fijada para el penúltimo día en tierra matancera, se mantiene como momento culminante de la carrera el punto de montaña en Topes de Collantes —impresionante e histórico ese lugar para el ciclismo—, en tanto la llegada ha sido anunciada frente a la Sala Polivalente Ramón Fonst en lugar del habitual Capitolio de La Habana.
¿Otra vez de un plumazo borramos la historia? ¿Qué impide cerrar el Clásico en esos predios, donde tradicionalmente se han corrido circuitos del pedal y ha sido el escenario preferido para concluir vueltas a Cuba? ¿Acaso en la celebración de los 500 años de la capital cubana no puede el deporte incluirse con uno de sus eventos más significativos?
El Clásico de este 2019 se extrañará en territorios como Granma, Villa Clara y Pinar del Río, que no podrán disfrutar del sprint final de cada etapa, aunque sí tendrán metas volantes en sus municipios, con la excepción del territorio más occidental. Por cierto, el dolor vueltabajero es duro, porque allí han nacido varios de los mejores ruteros de Cuba: Eduardo Alonso, Jorge Antonio Pérez, Pedro Pablo Pérez, entre otros.
De los nombres a seguir ahora vuelven a resaltar Pedro Portuondo, Félix Nodarse, Onel Santa Clara, Yasmani Balmaseda, Jans Carlos Arias, Leandro Marcos, por solo mencionar algunos. No obstante, lo más importante seguirá siendo la posibilidad de llegar hasta el día final, sin que las caídas, los sufrimientos, los ponches y los dolores de músculos hayan podido vencerlo, incluso a ese desconocido rutero, que como escribiera el profesor Elio Menéndez, arriba a la meta de último y no recibe la atención de la prensa, pero en su alma hay alegría y satisfacción.
Debe ser este el último Clásico para dejar las carreteras listas al regreso de la Vuelta a Cuba en el 2020, con al menos cinco sextetas extranjeras. Desde ya, gomas listas, cascos prestos, sillín cómodo y que se baje la bandera de cuadros blanca y negra. El ciclismo está de fiesta en breve.
Etapa Recorrido Kilómetros
1 Baracoa – Guantánamo 149.0
2 Guantánamo – Santiago de Cuba 103.3
3 Santiago de Cuba – Holguín 142.4
4 Holguín – Camagüey 199.0
5 Camagüey – Ciego de Ávila 106.0
6 Ciego de Ávila – Tope de Collante 168.3
Descanso en Trinidad
7 Trinidad-Manicaragua-Cienfuegos 121.00
8 Cienfuegos – Cárdenas 179.5
9 c/r individual Varadero – Matanzas 29.2
10 Matanzas – La Habana 126.0
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