Por Jorge Luis Coll Untoria, estudiante de Periodismo
Hace cuatro años Cuba perdió el segundo lugar de los Juegos Panamericanos en la edición de Toronto, evento en el cual la delegación terminó en la cuarta posición del medallero, detrás de Estados Unidos, Canadá y Brasil. En aquel instante no fuimos conscientes de la actualidad que vivía el deporte cubano y muchos tomaron el resultado a la ligera.
Meses atrás, los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Barranquilla 2018 dieron un golpe en la mesa que hizo despertar hasta a los más conservadores. Nuestro movimiento deportivo ha perdido espacio a nivel internacional y la próxima cita continental en Lima 2019 será el escenario que nos dirá cuál es la posición actual en el contexto de América.
Pronósticos alentadores hablan de una real posibilidad de recuperar el segundo lugar cedido en Canadá; sin embargo, la realidad demuestra que en las últimas tres citas continentales Cuba ha ido disminuyendo en la cosecha de títulos: Río de Janeiro 2007-59 oros, Guadalajara 2011-58 y en Toronto hubo un marcado descenso, con solo 36 preseas doradas y casi 40 medallas menos en total con respecto a los juegos anteriores.
En la capital peruana se competirá en 39 deportes y Cuba —por no practicar algunos y por agotar las posibilidades de clasificar en otros— no concursará en 17. Si a esto se le añade que es muy probable asistir con una delegación menor a la de la lid canadiense, la tarea de rescatar el segundo escaño parece difícil. Además, las comitivas de Brasil y México ya saben lo que es pasar por encima de Cuba en juegos múltiples y de seguro pelearán fuerte para mantener ese resultado.
El próximo verano será una especie de prueba de fuego para el movimiento deportivo cubano. Y parecen enfilar dos opciones: la de retornar al segundo puesto o, en el mejor de los casos, anclar en el tercer lugar.
Si cuando se cierren las cortinas en la tierra de los incas prevalece esta última opción, tal vez sea el momento de despertar y hacer frente a una nueva realidad: hemos perdido espacio en un escenario donde no valen la historia, las justificaciones y mucho menos las palabrerías o consignas convertidas en frases hechas que nada aportan y, por el contrario, presionan a los atletas. Significaría verdaderamente aceptar el presente y trabajar para volver a ascender a los lugares que hacían al pueblo cubano sentirse orgulloso de su movimiento deportivo.