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Las razones de un héroe

“Claro que voy a las urnas el día 24 de febrero. Voy a dar el Sí en defensa de mi infancia”. Es irrevocable la decisión del Héroe del Trabajo de la República de Cuba Domingo Urrutia Estrada.

Foto: Ángel Chimeno Pérez

Su resuelta afirmación podría parecer insólita cuando peina canas y se acerca inexorablemente a los 85 años de edad, pero él, con palabras firmes y pausadas explica sus razones:

“Es cierto —dice con una sonrisa bonachona—, que ya soy un viejo y el tiempo no tiene vueltas atrás. Yo no tuve oportunidad de disfrutar como los niños de hoy, a quienes la nueva Constitución da y defiende derechos negados a muchos antes del triunfo de la Revolución”.

Y eso lo sabe bien el otrora recio machetero: “Nacer negro, pobre y guajiro antes del primero de enero de 1959 era un pecado, y yo pequé”, afirma y vuelve a sonreír, porque se siente reivindicado en su descendencia: “Ellos no conocieron aquellos maltratos”.

Nació en El 20, un poblado rural del actual municipio de Manatí, en Las Tunas, y luego la familia migró para La Macagua, Jobabo, zona dominada en aquel período por terratenientes y colonos: “Mi papá murió y tuve que hacerme cargo de la familia”. Desde ese momento comenzó su eterno peregrinar.

“Yo caminé mucho. Me iba pa’la Sierra Maestra a ver si tenía suerte y encontraba algo que hacer. Iba al central Francisco, hoy Amancio Rodríguez, cuando empezaba la zafra, a ver si me ponían a cortar aunque fuera un bulto de caña. Así era mi vida”, rememora.

“La Revolución fue el todo pa’mí”. Desde 1959 ya no tuvo que desandar para buscar el sustento propio y de su familia. Y todas sus energías y fuerzas las volcó en los cañaverales liberados, en las zafras del pueblo, donde conquistó muchos reconocimientos y el título de Héroe del Trabajo de la República de Cuba.

“La Constitución refleja la realidad cubana de ahora mismo y se proyecta al futuro. Y vamos adelante y hay que votar por el sí”, esa es la recomendación de Domingo Urrutia Estrada a los trabajadores, al pueblo, a las nuevas generaciones.

“Decir Sí a la Constitución es una manera de honrar a Fidel”, remarca y exclama: “¡Mira pa’eso!” y me muestra los vellos erizados de los brazos, y los ojos color café del Héroe parpadean y se humedecen, “siempre me pasa lo mismo cuando digo su nombre”.

Hace una pausa, busca aliento y lo repite no obstante de esas extrañas sensaciones, “Sí, porque el legado de Fidel perdura, también, en el espíritu de la Constitución y en el corazón de los cubanos agradecidos”.

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