Che, digno hijo de Cuba

Che, digno hijo de Cuba

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En la noche del sábado 7 de febrero de 1959, el comandante Ernesto Guevara de la Serna, Che, se presentó ante el entonces secretario del Consejo de Ministros del Gobierno Revolucionario establecido inmediatamente después del triunfo, Luis M. Buch Rodríguez, ya fallecido, quien lo citó para comunicarle que ese órgano había acordado concederle la ciudadanía cubana por nacimiento.

Tal propuesta provenía de un acuerdo adoptado en el Pleno del Comité Nacional del Partido Socialista Popular celebrado del 27 al 29 de enero de ese año, como premio a la dedicación y fidelidad con que el comandante Guevara había servido a Cuba durante la lucha insurreccional. La presentación ante el Consejo de Ministros estuvo a cargo del propio Buch, quien en su libro Gobierno Revolucionario cubano. Primeros pasos, reseñó:

“Che, sin inmutarse, estimó inmerecido el acuerdo. Según él, solo había luchado en Cuba como hubiera hecho en cualquier otra parte del mundo, por la libertad de un pueblo. Presumí que por modestia no podía aceptar ese mérito y le dije: Un honor de tal magnitud no puede rehusarse, pues sería un desaire al pueblo de Cuba y al Gobierno Revolucionario. Entonces, emocionado, me abrazó”.

Inciso a su medida

Para conceder al Che la ciudadanía cubana por nacimiento fue preciso incorporar un nuevo acápite a la Ley Fundamental, reformada y aprobada por el Gobierno Revolucionario el 7 de febrero de 1959, en sustitución de la de 1940. A diferencia de sus antecesoras, en el acápite d) del artículo 12, esta última la concedía a los extranjeros que sirvieron en el Ejército Libertador hasta la terminación de la Guerra de Independencia.

El nuevo acápite establecía que serían considerados cubanos por nacimiento: «Los extranjeros que hubiesen servido a la lucha armada contra la tiranía derrocada el 31 de diciembre de 1958 en las filas del Ejército Rebelde durante dos años o más, y hubiesen ostentado el grado de Comandante durante un año, por lo menos, siempre que acrediten esas condiciones en la forma que la Ley disponga.» Y esos méritos solo los reunía el Che.

A los restantes extranjeros que brindaron su concurso al triunfo revolucionario, se les aplicó el artículo 13 de la propia carta magna, el cual concedía la ciudadanía cubana por naturalización a: «Los extranjeros que hubiesen servido a la lucha armada contra la tiranía derrocada el 31 de diciembre de 1958, y que al finalizar la misma hubiesen estado ostentando grados de oficiales del Ejército Rebelde, siempre que acrediten esas condiciones en la forma que la Ley disponga.»

Dos días después, la prensa cubana divulgó el acontecimiento, el cual el pueblo aceptó con agrado por tratarse de un modo muy especial de retribuir al Che por su legendario batallar en la última guerra de liberación de Cuba, para lo cual renunció al ejercicio de su profesión, a su seguridad personal, y al reconfortante calor del hogar.

Desde mediados de agosto de 1955, en que tras largas horas de conversación con Fidel Castro Ruz se sumó al contingente que este preparaba para desencadenar la lucha armada en Cuba, Che dedicó todo su esfuerzo e inteligencia a la consecución de la victoria, porque en esta vislumbraba los cambios que anhelaba en la realidad latinoamericana, y de encontrarse entre quienes los impulsaran. Y ya en la intrincada Sierra Maestra, por su destacado quehacer  como combatiente, fue el primero de los guerrilleros ascendido a comandante, grado otorgado por el comandante Fidel Castro Ruz en julio de 1957.

Acerca del autor

Graduada de Licenciatura en Periodismo, en 1972.
Trabajó en el Centro de Estudios de Historia Militar de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), en el desaparecido periódico Bastión, y como editora en la Casa Editorial Verde Olivo, ambos también de las FAR. Actualmente se desempeña como reportera en el periódico Trabajadores.
Ha publicado varios libros en calidad de autora y otros como coautora.
Especializada en temas de la historia de Cuba y del movimiento sindical cubano.

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