Plasmar la imagen de Camilo en anillas de tabaco es una manera original de asociarlo a una labor muy vinculada a las tradiciones patrióticas del pueblo cubano, dentro de las cuales el tabaquero fue un pilar durante las luchas independentistas.
Tales obras, expuestas en el Palacio de los Torcedores conformarán el homenaje del movimiento sindical al aniversario del natalicio del héroe, a celebrarse este 6 de febrero.
Y utilizar un recurso relacionado con el trabajo ha sido un modo de recordar al Camilo humilde que antes de transformarse en un comandante guerrillero de leyenda, no dudó en realizar todo tipo de labores para ayudar a su familia.
Su primer empleo fue de mozo de limpieza en la tienda de ropa El Arte, y se lo consiguió el padre, que trabajaba como sastre para ese establecimiento. Allí el joven Camilo fue también mojador de telas y hasta mensajero y cuando se necesitó escoger a alguien para que pasara al mostrador, resultó ser el mejor entre todos, por su empeño y deseo de superación.
Cuenta un amigo que lo que le hizo ganar ese primer lugar fue su simpatía personal, la satisfacción que dejaba en el cliente, quien se marchaba convencido de que su compra había sido buena.
Se conserva una foto de Camilo trabajando en un restaurante de Nueva York, y es que cuando emigró a Estados Unidos en busca de mejores oportunidades económicas, como hacían muchos cubanos en la época, realizó las más diversas actividades: lavaplatos, limpiador de cristales, dependiente de bares y restaurantes, obrero industrial…
En las cartas a sus padres y amigos se refiere, con el humor que lo caracterizaba, a las innumerables faenas que tuvo que asumir para sobrevivir fuera de la patria. Narraba que cuando le preguntaban si sabía hacer eso o aquello siempre respondía Yes, y esa fue su respuesta en un taller textil cuando le propusieron un puesto para hacer bolsillos. Al llegar al departamento correspondiente le dieron unas indicaciones: “Entonces tiré mis alardes, les dije, mire maestro yo los hago igual con un procedimiento más ‘moderno’, me dijo Ok, vamos a ver. Les hice uno y me dijeron; déjese de inventos y hágalos como le dijimos. En fin de cuentas hice más bolsillos que un buey, todavía no sé lo que me pagan, pero ya afinqué el puesto pues el jefe me dijo que regresara mañana, así que como pueden ver, ya estoy tailoreando, con tal que no se enrede la pita (por las mentiras)”.
Y agregaba nostálgico: “Viejo, como me acordé de ti (siempre me acuerdo), pero hoy más, cuando me vi de nuevo entre los trapos, yo me decía, si el viejo se cuela aquí, pega más cuellos que 4 italianos, 11 americanos y 1 cubano juntos”.
En otra misiva relató que había permanecido 17 horas seguidas pintando puertas y marcos, y se autocalificó jocosamente, como un Picasso de pistola gorda.
En uno de esos empleos tuvo un accidente de trabajo en que se hirió una mano y tuvieron que operarlo pues tenía cortados los tendones de los dedos y salió bien del apuro, aunque ello le costó un mes sin laborar porque tenía todo el brazo enyesado.
Ese fue el Camilo trabajador, que fuera de su patria sufría por la situación a que estaba sometida y no dudó en unirse a Fidel para emprender la lucha armada.
Nadie le dio un aval para incorporarse a la expedición del Granma. Llegó ante Fidel con una extraordinaria disposición de lucha y la herida en la pierna que le provocaron las fuerzas represivas de la tiranía por participar en una manifestación estudiantil en homenaje a Maceo. El padre del joven lo había vaticinado: “Es sangre para la Revolución”.
Fue uno de los últimos en la lista de los expedicionarios. Tras el desembarco comenzó a forjarse el combatiente, siempre a la vanguardia, y capaz de protagonizar hazañas como la de la Invasión. Después de la victoria continuó en la primera línea de los nuevos desafíos, siempre junto a Fidel.
Su fugaz paso por la vida dejó, sin embargo, una muy profunda huella en los cubanos, y la razón la explicó el Che cuando dijo que Camilo era devoto a la lealtad en dos sentidos: a Fidel y a la voluntad del pueblo.
De él había surgido y en él permanecerá para siempre.