La última vez que disfruté de las excelencias actorales de Armando Morales Riverón fue en el Parque José Martí de Matanzas, durante la celebración del 12 Taller Internacional de Títeres, ocasión en que recibió —en la recién remozada Sala White de esa ciudad— junto con otra grande del teatro para niños, Xiomara Palacio, la Distinción Hermanos Camejo y Pepe Carril. Hoy ya ninguno de los dos nos acompaña.
Actor titiritero, diseñador, pedagogo y director, el carismático creador de mediana estatura y corpulenta fisionomía, atraía la atención y simpatía de los infantes desde su salida a escena, en cualquier teatro, plaza, escuela… La gracia y el don del excelente titiritero invadía el espacio para embelesar también a los adultos. De sus espectáculos siempre emanaron enseñanzas que favorecieran la formación integral de las nuevas generaciones.
Fundador del Teatro Nacional de Guiñol, en abril del pasado año recibió el merecido Premio Nacional de Teatro 2018, por “su labor sostenida de creación en las tablas y los aportes consagrados a la escena nacional”, lauro avalado no solo por su entrega sin límites a una profesión en la que además incursionó como diseñador de escenografías y muñecos (títeres), estos últimos premiados en disimiles festivales nacionales, no solo por su originalidad, movilidad y colorido, sino además por contribuir a la mejor interpretación de los guiones, labor que asimismo sobresale por sus valores plásticos. Por tal motivo fue expuesta en diferentes formatos y espacios como el prestigioso Museo Obratzov, de Moscú, en 1981, y la Exposición Cuatrienal de Praga, en 1983.
Por sus sobresalientes actuaciones, prontamente pasó a ser una de las figuras principales del GNC, donde su nombre comenzó a trascender dentro del ámbito de la escena nacional e internacional, convirtiéndose en uno de los más activos promotores en la reorganización del teatro de títeres en Cuba, prestigio que le hizo acreedor de su nombramiento como Profesor Titular del Instituto Superior de Arte (Universidad de Las Artes), donde sus enseñanzas resultaron imprescindibles en la formación de las nuevas generaciones de actores y directores de la isla, para las cuales preparó diferentes y valiosos ensayos y conferencias, tales como las tituladas El títere: el superactor; Títeres: el arte en movimiento; Maravillas del retablo; Teatro mambí para niños; y Titeriterías.
Entre sus actuaciones memorables se encuentran La lechuza ambiciosa (1976), El globito manual (1984), Pinocho (1985), Chímpete Chámpata (1986); Redoblante y Meñique (1988); Papito (1991); La República del caballo muerto (1992); Érase una vez un mundo al revés (1993); En el infierno (1994); Abdala (1995); Floripondito o los títeres son personas (1997); Ubú Rey (1998); Osobuco soberbio a la parrilla (2002); La Caperucita Roja (2003); Mi amigo Mozart (2004), El Quijote anda (2005) y Fuenteovejuna (2007).
Otros importantes premios recibidos en reconocimiento a su meritoria labor son el de la Assitej, el de Diseño integral, el Villanueva en puesta en escena, el Caricato por mejor dirección artística, y muchos más. Pero el más significativo de todos, sin dudas, fue el Gran Premio que varias generaciones de niños le confirieron por su noble y extraordinario desempeño en el teatro para niños.
La lamentable noticia llegó a través de la rápida y eficiente labor del Grupo de Información del Ministerio de Cultura, CREART, y prontamente repercutió en las redes sociales de internet, con muestras de gratitud y reconocimiento eternos hacia este inolvidable maestro por su legado a la cultura, al arte y a la alegría de los niños y adultos. Llegue a sus familiares y amigos, el sentir pesar de los trabajadores de Cuba.