Una virtud muy estimada en los seres humanos es la de saberse levantar después de una caída, porque entraña voluntad, espíritu de vencer, decisión…
Y los cubanos hemos tenido que levantarnos a través del tiempo, de manera reiterada, tras eventos meteorológicos que se han ensañado con el archipiélago y dejado una estela de destrucción y miles de damnificados. Huracanes de pequeña, mediana y gran intensidad, intensas lluvias y sequías en períodos prolongados…, y ahora, para colmo, un tornado devastador que “paseo” su agresividad por diferentes municipios de la capital del país.
Ahora no fue ni por el extremo oriental o el occidental ni por el centro, sino por La Habana, ciudad donde existe una alta concentración poblacional. Pero lo ocurrido, ocurrido está y nada se resuelve con lamentaciones. Llegó el momento de demostrar una vez más la pujanza de los cubanos, ese sentimiento de combatir y vencer adversidades, o sea, de levantarse sobre las ruinas, como Ave Fénix, y restablecer cuanto antes la normalidad, aunque se hayan perdido bienes preciados y costosos.
Si de algo estamos convencidos todos es de que en Cuba, en la Cuba revolucionaria, nadie queda desamparado ni a su suerte, como sucede en otros países. Y eso me consta, porque llegué a Centroamérica en funciones periodísticas poco después del azote del huracán Mitch y fueron muchas las personas que pude ver sin techo, sin alimentos, sin nada…, tirados en las calles o en un rincón, sin apoyo estatal alguno.
A través del tiempo hemos aprendido la lección y aprobada la asignatura con calificación de excelente. No han terminado de irse los vientos y la lluvia, y comienza la recuperación para borrar, en la medida de posible, las huellas. De inmediato llegan a los lugares afectados las autoridades a preocuparse y ocuparse y se destinan alimentos, definen y activan sitios para albergamiento, garantizan la atención médica y el suministro de agua potable…
En el caso que nos ocupa ahora no ha sido ni será diferente. Ya trascienden informaciones de contingentes de otras provincias que trabajan en la capital, fundamentalmente en el restablecimiento de servicios esenciales, como el de la electricidad, por solo citar uno.
Constructores, hidráulicos, comunicadores y trabajadores de otros sectores, procedentes de diversas entidades, se incorporaron de inmediato y propiciaron desde el primer momento lo que algunos medios calificaron de un “hervidero humano” en el saneamiento, le higienización, la desobstrucción, la recogida de escombros, la reparación de los daños menores…
Las soluciones, dada la magnitud de los daños, no se lograrán de forma mágica y espontánea, ni caerán del cielo; requerirán de tiempo y mucho esfuerzo, de decisiones inteligentes y recursos, y sobre todo, de la voluntad de todos, principalmente de los afectados.
Nuestra economía, como se ha explicado de forma reiterada, “no sonríe” por múltiples causas, pero siempre se destinan los recursos financieros y materiales necesarios para afrontar los daños y atender a todos los damnificados, de acuerdo con un orden de prioridades, lógicamente.
La unidad, la solidaridad, la entereza y el espíritu de vencer adversidades posibilitarán, más temprano que tarde, que la vida en esos municipios de la capital se normalice y del meteoro queden las menores huellas posibles y el triste recuerdo de un desastre que ha impactado en toda la nación, porque los cubanos, en momentos difíciles, formamos una sola familia.