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Creación de la CTC: Fuertes para luchar y vencer (+Infografía Congresos Obreros)

Dijo Martí que donde los trabajadores son fuertes lucharán y vencerán. Pero conquistar esa fortaleza en Cuba no fue fácil después de la feroz ofensiva reaccionaria desatada tras el fracaso de la huelga general de marzo de 1935.

Lázaro Peña en la presidencia de la noche inaugural del Congreso, junto a Vicente Lombardo Toledano, secretario general de la Confederación de Trabajadores de México (CTM) y de la Confederación de Trabajadores de América Latina (CTAL).

Correspondió a un grupo de abnegados y valerosos cuadros sindicales, en circunstancias muy difíciles y en franco desafío a la represión, ir reconstruyendo el desarticulado movimiento sindical desde la base hasta crear las condiciones para la unidad en una sola organización sindical nacional.

La inmensa satisfacción ante los resultados de ese esfuerzo colosal encabezado por Lázaro Peña, se hizo presente en cada uno de los mil 500 delegados representativos de 789 organizaciones obreras que asistieron emocionados al cónclave donde nació la CTC, celebrado entre el 23 y el 28 de enero de 1939.

Aprender de Martí

El primer escenario de la magna reunión fue el Teatro Nacional, actual Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso. La prensa de la época reportó el ambiente de entusiasmo, disciplina y combatividad que primó en el Congreso, desde el primero hasta el último día, y no podía ser de otro modo por la sensación de victoria emanada de la capacidad de respuesta del movimiento sindical, que apenas cuatro años atrás la burguesía había querido aplastar. También resaltó en la cita el repudio al fascismo y el apoyo a las causas justas de la humanidad.

En las palabras inaugurales Lázaro Peña denunció que el empeño unitario estaba siendo atacado por los reaccionarios de toda laya: “Quieren hacer ver que estamos empeñados en imponer los postulados de Lenin y que somos enemigos de Martí”, dijo, y aclaró para que no quedara lugar a dudas: “Nosotros de ninguna manera podemos estar contra los postulados de fraternidad y justicia de esos dos apóstoles gigantes de alma que fueron Martí y Lenin, que consumieron sus vidas en aras de los ideales de reivindicación humana y de independencia verdaderas”, y subrayó: “Queremos aprender de Martí que unió a todo el pueblo en la lucha contra la España cavernaria y déspota”.

El propio Congreso ya constituía un tributo al Maestro, quien en su tiempo había considerado que juntarse era la palabra del mundo.

Lázaro fijó el alcance de ese gran paso que estaba dando el sindicalismo cubano: “Queremos hacer de nuestra unidad (…) palanca que defienda nuestras reivindicaciones, ariete formidable para vencer las resistencias de las compañías poderosas que todavía ignoran leyes y desprecian gobernantes. Queremos hacer de ella, defensa de los intereses de toda la clase obrera, pero queremos también que sea defensa de los intereses de toda la nación”.

 

Sesiones muy “movidas”

Así calificó la prensa de aquellos días a la mayoría de las sesiones del Congreso que se realizaron en la antigua Sociedad El Pilar, sita en las calles habaneras de Estévez y San Gregorio.

Y fue así porque si bien la reunión centró su atención en el debate de los problemas globales de los trabajadores, no desatendió ninguna de las muchas denuncias que llegaban constantemente de todos los sectores laborales y localidades del país, sobre algunas de las cuales hizo pronunciamientos y se preocupó porque todas recibieran la debida divulgación, fundamentalmente a través del periódico Hoy, convertido en vocero del evento.

Entre los temas principales debatidos estuvieron el mejoramiento y cumplimiento de la legislación social; los problemas de unidad de acción; la constitución de una organización que agrupase a todos los trabajadores de Cuba; asuntos generales de organización; medidas de interés popular y nacional; reclamaciones especiales de auxilio a sectores discriminados (trabajadores negros, mujeres y jóvenes), la posición del proletariado ante la Asamblea Constituyente; la lucha contra la guerra y el fascismo y deberes de solidaridad internacional; y fórmulas y medidas prácticas que aseguraran la cultura en general y la educación del proletariado en el espíritu de su clase.

Acuerdos para el presente y el futuro

Del amplio temario abordado surgieron numerosos acuerdos de gran trascendencia, dentro de los cuales resaltaron los referidos a la demanda de salarios mínimos, dado el alto costo de la vida; medidas contra el desempleo; reclamaciones sobre el reconocimiento de la organización sindical, la exigencia del derecho de formación de federaciones de industrias y que se prohibiera la existencia de más de un sindicato por rama o industria; que se hiciera extensiva a todos los centros la Ley sobre Concertación de Convenios Colectivos de Trabajo; garantizar a los sindicatos el derecho a contratar las condiciones de trabajo en representación de sus afiliados; la creación de cajas de retiro, sostenidas conjuntamente por los patronos, los trabajadores y el Estado y el pago del descanso retribuido.

Se pronunciaron igualmente los delegados por la defensa de la industria nacional; la mejoría de las condiciones de vida de los campesinos; por la inmediata convocatoria de una Asamblea Constituyente con carácter libre y soberano para conformar una Carta Magna en la que quedaran plasmados los derechos sociales; la reposición de los desplazados por la huelga de marzo de 1935; y la condena a toda discriminación por raza, sexo, religión, nacionalidad, etc., además de otras medidas de interés general.

 

Unidad, solidaridad internacional y homenaje al Maestro

El Congreso declaró disuelta a la combativa Confederación Nacional Obrera de Cuba (CNOC), que había contribuido a que el movimiento sindical alcanzara organización y unidad en plena dictadura machadista, y en su lugar se constituyó la Confederación de Trabajadores de Cuba (CTC), un paso superior en el empeño por aglutinar a las masas laboriosas, cuyo comité ejecutivo fue encabezado por Lázaro Peña como secretario general.

Vista general de la sesión de apertura del Congreso.

En el último día de sesiones, 28 de enero, los delegados acordaron enviarle al presidente de Estados Unidos Franklin D. Roosevelt un telegrama para exigirle la liberación del líder puertorriqueño Albizu Campos y los demás luchadores independentistas de esa nación encarcelados, y le reclamaron al Gobierno de Brasil que dejara libre al dirigente comunista Carlos Prestes. Demandaron además la expulsión del representante de Franco en Cuba, la supresión de las relaciones comerciales con Alemania y Japón, y que se actuara contra los espías nazifascistas que operaban en nuestro territorio.

Al mediodía, en cumplimiento de un acuerdo de la sesión anterior, los delegados se trasladaron a la embajada estadounidense para exigir que se levantara el embargo de armas con destino a los defensores de la República Española, amenazada por el fascismo.

También en esa jornada los participantes en el Congreso acudieron al Parque Central a depositar una ofrenda floral en el monumento a Martí, en el aniversario de su natalicio, aunque ya le habían hecho el mayor tributo: la unidad alcanzada en torno a la CTC.

La clausura del cónclave tuvo lugar en un acto multitudinario efectuado en el estadio de la cervecería La Polar, donde intervinieron más de una decena de oradores y las palabras finales estuvinieron a cargo del recién electo secretario general de la organización.

La constitución de la CTC fue una obra colectiva que contó con un guía excepcional, que a pesar de su juventud se destacaba por su inteligencia, tacto político, capacidad de compenetrarse con las masas y visión de futuro: Lázaro Peña.

La central sindical única hizo a los trabajadores más fuertes para luchar, como lo deseó el Apóstol, y ocho décadas después de su fundación sigue defendiendo, como expresó su capitán en aquel congreso, tanto los intereses laborales como los de toda la nación.

 

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