Crear una gigantesca muralla ecológica que cruce el continente africano de oeste a este, de Dakar a Djibouti, es el objetivo de una ambiciosa iniciativa que pretende transformar las vidas de millones de personas que viven en primera línea de la desertificación y el cambio climático en la región del Sahara y el Sahel.
El Sahara es el desierto cálido más grande del mundo, situado en el norte de África y con más de 9 millones de km² de superficie; mientras que el Sahel es una zona semidesértica de colinas de arenisca o dunas que se encuentra al sur del Sahara.
El desafío al que se enfrentan los creadores de este programa de desarrollo rural, iniciado hace más de una década, es convertir en una nueva maravilla del mundo esta extensión de 8 mil kilómetros de longitud que recibe el nombre de la Gran Muralla Verde.
Así se afirma en un artículo sobre esta iniciativa liderada por la Unión Africana, recientemente divulgado por la página digital Noticias ONU, a cuyos efectos ese medio entrevistó al Dr. Barron Joseph Orr, científico a cargo de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación.
La concepción del proyecto, afirma Orr, no se limita a la idea de sembrar árboles, sino que consiste en crear un valor añadido para la gente que vive en esas tierras, hacerlo de una manera ligada a la economía que sirva a sus habitantes para sostener sus medios de vida y los de las generaciones futuras.
La iniciativa está devolviendo la vida a los paisajes degradados de África a una escala sin precedentes, proporciona seguridad alimentaria, puestos de trabajo y una razón para permanecer en el continente africano, se asevera en el texto.
Entre los logros ya palpables, se incluyen la plantación de 12 millones de árboles resistentes a la sequía en menos de una década en Senegal, la recuperación de 5 millones de hectáreas de tierra que produjeron 500 mil toneladas más de cereales al año en Níger, y la rehabilitación de 15 millones de hectáreas de tierras degradadas en Etiopía.
“El sentir general es que estamos encaminados hacia la meta, que es muy grande, son 100 millones de hectáreas de tierra que se están restaurando” con un horizonte final del proyecto previsto para el año 2030 que incluye la creación de 10 millones de empleos verdes, según señala Orr.
Considerando los elementos expuestos —añade este periodista— la Gran Muralla Africana constituye un loable ejemplo de la estrategia de desarrollo sostenible promovida por Naciones Unidas, pues beneficia directamente a millones de personas mediante alternativas benefactoras del medioambiente. Su materialización frena la desertificación e inicia un proceso de recuperación del suelo en extensas zonas, al tiempo que enfrenta al cambio climático cuando multiplica los bosques, sumideros naturales de los gases de efecto invernadero que ocasionan el calentamiento mundial y el trastorno del clima planetario.
“Hay otros retos que tienen que ver con la forma en que lo mantenemos activo. Una cosa es poner en marcha un proyecto desde el inicio, pero en realidad hablamos de algo que es a largo plazo. Eso significa que necesitamos que la comunidad internacional dé en gran medida un paso adelante, de una manera continua en el tiempo, no sólo iniciando proyectos, sino llevándolos a cabo”, destacó Orr.
En relación con las principales organizaciones promotoras de esta colosal empresa, el funcionario de la ONU distinguió al Banco Mundial en lo relativo a su financiamiento, y en lo concerniente a la ejecución señaló a la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura y al Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente.
Finalmente, el alto funcionario de las Naciones Unidas afirmó que la Unión Africana prevé expandir el proyecto de la Gran Muralla Verde hacia el sur del continente, señalando que hay otras iniciativas equiparables alrededor del planeta, entre las que citó una relacionada con la Ruta de la Seda en China.