Con la irrupción de Los Van Van, el 4 de diciembre de 1969, sale a la escena cubana un nuevo ritmo: el songo, fusión del son con células de ritmos cubanos y de otras latitudes, básicamente del Caribe
Por Frank Padrón
Cuando en 1969 Juan Formell (2 de agosto de 1942-1.º de mayo del 2014) irrumpe en escena con su Orquesta Los Van Van, en Cuba no era precisamente rico el panorama bailable. En la cosmopolita Nueva York se “cocinaba” ya ese ritmo poco después conocido como salsa, pero nuestro país se mantenía un tanto al margen de esta influencia.
Formell era un joven que se había formado trovando con su guitarra a los 16 años, influenciado por la moda del momento (el Benny, los sones de Chapottín, los Beatles, el rock, Los Panchos…); y luego con La Revé (1967-69, como bajista), antecedente directo e inmediato de Los Van Van y su etapa considerada sonera, en su faceta de autor y arreglista.
Orquestalmente, el formato típico de charanga que conoció desde sus inicios el ensemble del maestro Revé se va renovando con sangre fresca mediante el aporte “formelliano”, sobre la base de la incorporación instrumental del bajo y la guitarra eléctricos, la amplificación de violines y cello, la sustitución del unísono vocal por la polifonía, el tratamiento rítmico en las cuerdas en vez del melódico habitual en las orquestas típicas, mezcla de timbres de guitarra eléctrica con vientosmadera (por ejemplo, la flauta), y una mayor dinámica al bajo.
Pero vayamos por partes. Con la irrupción de Los Van Van, el 4 de diciembre de 1969, sale a la escena cubana un nuevo ritmo: el songo, fusión del son con células de ritmos cubanos y de otras latitudes, básicamente del Caribe, además de otros registros —jazz, rock, samba—, el cual desde el principio se impuso.
Mas, oportuno es señalarlo, el songo no es solo un collage, una saludable y creadora sumatoria, sino también una actitud, un método y, con ello, una sonoridad. Los violines se ejecutan con sentido percutivo abierto a la polirritmia, el bajo hace dúo con el piano (como las dos grandes pautas de la armonía), la flauta es la encargada de mantener la raíz —la fuerza de la tradición—, mientras que el trío de voces, líder de la armonía, rompe esta vez con ella en tanto forma convencional de asumir el canto.
De este modo puede apreciarse que el germen del songo estaba ya en el “changüí 68”, ensayado por Formell con Revé, pero partiendo de Los Van Van este nace, crece y se desarrolla dentro de un cuerpo también nuevo y saludable. Gran importancia reviste para estos inicios la presencia de excepcionales músicos: el tumbador José Luis Changuito Quintana, verdadera leyenda; o el singular cantante Miguel Ángel Lele Rasalps, como lo serían después otros de gran impacto (Israel Sardiñas, Mayito Rivera, Robertón, Yeny o el incombustible Pedrito Calvo). sin olvidar músicos y compositores de la talla de José Luis el Tosco Cortés o César Pupy Pedroso.
Con tal soporte inicial la gente simplemente gozaba y bailaba como quería su líder, lo que integraba a un público que hasta entonces no le simpatizaba mucho este tipo de música: los jóvenes. Por otra parte, se estrenaba una tendencia indetenible a lo largo de la historia de Los Van Van: la recreación de tipos populares, sobre todo femeninos: Yuya Martínez —que, ya lo sabemos, procedía de la Revé—, Laura Chancleta, Chiquitica, di sí, y un bolero que debe incluirse entre las más delicadas páginas de amor de la música cubana, aunque con frecuencia se olvida en antologías y canciones: Marilú.
Amén de las aludidas peculiaridades instrumentales y en general musicales —tímbricas y rítmicas, también armónicas y colorísticas— impresiona la labor vocal. En este rubro el Lele (cuyo hijo integra hace varios años la nómina vanvanera) se proyecta con gran expresividad y riqueza de matices mediante una voz rasgada y de amplio cromatismo y una interpretación cargada de modulaciones y melismas —admirables sus agudos o sus falsetes—, que confirieron un verdadero sello a la agrupación.
De modo que si la primera aparición pública de la orquesta tuvo lugar en los primeros días de diciembre de 1969, dos meses antes ya sonaba en la radio y se vendía en el mercado el primer LD; disco histórico por varias razones, antológico asimismo en más de un sentido: registra los primeros éxitos del ensemble (casi todos), exhibía con orgullo y convicción los nuevos giros que daba la música bailable, impartía una clase magistral sobre el songo y de la mejor manera: la práctica.
No es hasta 1974 que Formell y Los Van Van graban nuevamente, quizás por lo que duró la popularidad de los temas reunidos en el debut. Y así ocurrió, pero la espera valió la pena, pues ese año facturan dos discos.
Imposible reseñar en unas pocas cuartillas historia tan rica, que suma hasta hoy una treintena de álbumes y cientos de presentaciones en Cuba y el extranjero: al arribar este año a sus primeros 50 años ininterrumpidos, Los Van Van (que supo incluso superar el golpe demoledor que significó la desaparición de su líder Formell en el 2014) es fiel a sus principios: donar alegría y esa excelente música bailable que, renovada y enriquecida, sigue siendo aquella misma que hace cinco décadas puso a mover el cuerpo y el espíritu a Cuba y el mundo.
Con su CD Legado, nuevos cantantes (entre ellos Vanessa Formell) y bajo la certera dirección hace un tiempo de su percusionista Samuel, Los Van Van marchan por mucho más: para este 2019 tendrá lugar el Primer Festival Internacional de la Timba Por siempre Formell, del 2 al 4 de agosto, en el salón Rosado de la Tropical Benny Moré, y concluirá con un gran concierto en el malecón habanero donde participarán como invitadas importantes agrupaciones cubanas y foráneas.