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Voluntad política para salvarnos (+ Infografía)

En cierta ocasión leí una historia de solo un párrafo en la cual el autor mostraba su desacuerdo con el intento de ciertos países por hacer contacto con civilizaciones extraterrestres. Basaba su disenso en la posibilidad de que, al saber de nuestra existencia, ellos nos visitaran y que, al conocernos y apreciar el daño que causábamos a nuestro propio hogar, determinaran destruir totalmente al planeta Tierra, por la potencial amenaza que representaríamos los terrícolas para la vida en el resto del universo, lugar donde también residían.

 

El empleo de formas productivas no sustentables, unido a la creciente demanda de una población mundial en aumento, trajo como consecuencia que en la década de los setenta del pasado siglo, por vez primera en la historia, la totalidad de los recursos y servicios ecológicos que la naturaleza puede renovar en un año fueron consumidos en igual cantidad de tiempo.

Esta tendencia depredadora no se ha detenido, sino que ha continuado incrementándose, al extremo de que el 100 % de esos recursos y servicios regenerados anualmente de forma natural este año fueron gastados, según investigaciones, en los primeros ocho meses.

Ante el evidente agotamiento de los recursos del planeta, expertos de Naciones Unidas sostienen que es necesario cambiar la forma de producción y consumo que predomina a nivel mundial. De una economía lineal de extracción-producción-consumo-desperdicio proponen transitar hacia un modelo circular que se fundamenta en el reciclaje, la reparación, la reutilización y la refabricación de productos.

El cambio reduciría los desperdicios, explotaría más racionalmente los recursos y cuidaría el medioambiente. Un reciente informe de ONU Medio Ambiente, en el que participaron científicos independientes, afirma que la economía circular podría reducir entre un 80 % y un 99 % los desechos industriales en ciertos sectores, y entre un 79 y un 99 % de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI).

Respecto a esto último vale significar que las formas productivas no sustentables incluyen el modo en que se produce la mayor parte de la energía consumida en el mundo, fundamentalmente a partir de combustibles fósiles como petroleo y carbón, que al ser quemados generan los GEI, cuya acumulación en la atmósfera provoca el alza de la temperatura mundial y el cambio climático, que tanto trastorna y amenaza la vida en la Tierra.

 

En su último informe (octubre del 2018), el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC), de la ONU, demandó realizar con urgencia “cambios sin precedentes” a nivel global, a fin de limitar la subida de las temperaturas a 1,5 grados Celsius (ºC) respecto a la era preindustrial. El Acuerdo de París sobre el clima, del año 2015, que regirá tras el cese del Protocolo de Kioto el 31 de diciembre del 2020, estableció la necesidad de restringir el ascenso a 2ºC, cifra que ya se considera insuficiente.

Se mantienen señales reveladoras del cambio climático, como el aumento del nivel del mar, el calor oceánico, la acidificación de los océanos y el derretimiento de los hielos marinos y los glaciares, mientras que las condiciones meteorológicas extremas han sembrado la destrucción en todos los continentes, afirmó recientemente la Organización Meteorológica Mundial (OMM), de Naciones Unidas.

Traspasar el límite de 1,5ºC, advierte el IPCC, conllevaría un mayor aumento del calor extremo, las lluvias torrenciales y las sequías; y también, entre otras nocivas consecuencias, incrementar la extinción de especies de plantas y animales, así como las afectaciones a la salud humana, suministros de agua, producción de alimentos y crecimiento económico, con un impacto especialmente negativo sobre las poblaciones más pobres y vulnerables del planeta.

Sin embargo, la vigesimocuarta Conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático (COP 24, realizada este diciembre en la ciudad polaca de Katowice), dirigida a culminar la instrumentación del Acuerdo de París, no acogió la demanda del IPCC, por la negativa de un reducido grupo de países frente a los casi 200 Estados del orbe que participaron.

La comunidad científica mundial coincide en que es posible evitar que los efectos para los ecosistemas y la vida en la Tierra sean mucho menos catastróficos y afirma que ello es factible mediante el empleo de tecnologías ya existentes y la adecuada inversión de recursos financieros disponibles cuyos beneficios, cabe destacar, superarían los costos de las inversiones.

Con los días crece el clamor en apoyo a la demanda de impedir que la temperatura global supere los 1,5ºC, de los que hasta hoy, no debe ignorarse, se registra un alza de 1º Celsius. En próximos eventos que realizará la ONU sobre este crucial tema esperemos que prime lo que hoy falta: voluntad política para ser responsables con el destino de la humanidad.

 

 

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