A propósito del Día del Educador Cubano
Caminar a su lado en el Instituto Politécnico Agropecuario Rubén Martínez Villena proporciona prestancia y orgullo. Telma Chávez Espinosa es de esas personas que dignifican el centro donde ha transcurrido toda su vida laboral.
Muchas cosas pudieran decirse de esta mujer que muy joven, ya siendo madre de dos niños pequeños, se incorporó a la enseñanza técnica y profesional en la antigua unidad docente Revolución, en el municipio capitalino de Boyeros.
Por varias razones Telma ha trabajado en una única institución escolar. Ella lo atribuye a la estabilidad de su carácter y confiesa que resultó fundamental la calidad humana que encontró en la escuela en aquellos momentos.
En 1978 se graduó de Medicina Veterinaria en el otrora Instituto Superior de Ciencias Agropecuarias de La Habana (hoy Universidad Agraria), y un año después se incorporó a la unidad docente Revolución —para la enseñanza de Veterinaria en el nivel técnico medio— la cual en 1982 se unió a la Rubén Martínez Villena, donde se estudiaba Zootecnia.
Desde ese entonces ha estado vinculada a la profesión del magisterio, que siempre le gustó, aunque para ello no se había formado. Así los primeros años de su vida laboral los dedicó a impartir clases relacionadas con la reproducción animal, una temática difícil, teniendo en cuenta que enseñaba a los alumnos a diagnosticar los órganos genitales de ejemplares grandes; era bien duro y complicado.
“Uno dice aquella época y parece que fue ayer, pero han transcurrido 40 años. En el centro trabajaba otra doctora que —por cierto— todavía está aquí, pero las demás mujeres se dedicaban a tareas más sencillas. Además, me gustaba participar en todo; así que esa compañera y yo iniciamos la guardia obrera, después se fueron sumando otras”.
Imagino que en ese entonces los hombres la hayan visto con cierto recelo por el hecho de ser médica veterinaria…
En esos años ya había cierta evolución con respecto a la mujer. Sin embargo, ellos hacían un poco de rechazo, sobre todo porque yo tenía dos niños pequeños. Al final me aceptaron y espero que no se hayan arrepentido, pues aquí ha transcurrido toda mi vida laboral. Ahora, más recientemente, me desempeño en el propio instituto como profesora de una unidad pedagógica, donde se forman a los maestros para la enseñanza técnica.
¿Qué tiempo le queda a Telma en el Instituto Villena?
Realmente yo quisiera que los años no hubieran pasado. No obstante, hoy me siento con las mismas fortalezas y motivaciones, así que aquí estaré hasta que las fuerzas me lo permitan. Cuando uno se siente bien, es acogido y comprendido, eso hace que ames la escuela y que esta forme parte de tu vida.
¿Algún consejo para los jóvenes maestros?
A mis alumnos les digo que, desde el punto de vista profesional, lo fundamental es la preparación, el conocimiento, los deseos, la voluntad y la dedicación que le pongas a lo que haces, porque el maestro tiene que ser ejemplo en todo momento, sentir respeto por uno mismo y por los demás.
Usted es una dirigente sindical de experiencia, con resultados, admirada y querida, ¿cómo ha logrado congeniar todo?
Siempre fui dirigente partidista o administrativa, pero desde el 2003 soy secretaria general del buró sindical, que cuenta con cuatro secciones y una membresía de alrededor de 500 trabajadores. Para mí lo más difícil ha sido aprender a dirigir y atender a los afiliados.
Esta labor me ha posibilitado comprender la necesidad de contar con un sindicato fuerte, preparado, que constituya una potencialidad para el desarrollo del país; pues la organización moviliza y compulsa a los colectivos para aumentar la producción, lograr productividad y alcanzar otros propósitos.
Ahora he disfrutado la gran satisfacción de haber sido seleccionada delegada directa al XXI Congreso de la CTC. Participé en el XIX y en el XX, pero en este no lo esperaba. Más que asistir a las sesiones finales del evento, la mayor alegría fue ser elegida por mis trabajadores. Es lo que más emociona, un alto honor y privilegio, un reconocimiento que merecen otros compañeros.