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La Revolución me enseñó a ser mejor médica

Tristeza, llantos, desconcierto. Así reaccionaron los pacientes a la noticia de la doctora matancera Lisvel Ana Morales Muñoz. “Regreso a Cuba. Se acabó el Programa Más Médicos…”, les dijo, y por unos segundos, confiesa, todos quedaron mudos.

Foto: Noryis

“Volví con el corazón roto a preparar las maletas. En eso estaba cuando siento toques a la puerta. Era el enfermero con el recado de que debía regresar con urgencia al puesto sanitario. Sospeché, pero tuve que ir… Mi sorpresa fue tan grande como mi emoción. Había mucha gente allí, pacientes, la secretaria de salud, el prefecto. Se reunieron para decirme adiós. Para decirme gracias, y ese gesto es lo que importa”.

Con la fecha de retorno, Lisvel pensó si visitar o no a Camila, su paciente más delicada. “Preferí evitarle el sufrimiento de mi partida. Sabía bien lo que yo significaba en su calidad de vida, en la atención a los padecimientos de su cáncer de esófago… Me fui sin verla”.

Horas después de su salida de Autazes, municipio del estado de Amazonas, un mensaje la puso al tanto del fallecimiento de Camila. “

Lo supe estando en el aeropuerto y rompí a llorar. Me voy y, por cosas del destino, ella fallece, una joven de 25 años, madre de cuatro hijos… Su deceso, la salida nuestra, todo eso se aglomeró en mi mente con un impactante simbolismo. La recurrente imagen de la muerte, la triste realidad que les espera a los humildes allí.

“Lo que más me duele, lamenta, es la certeza del vacío de puestos imposibles de cubrir con galenos brasileños. Solo los cubanos trabajamos en cualquier lugar, por difíciles que sean las condiciones”.

Dos años y cuatro meses llevaba en Brasil. En junio del 2019 hubiera concluido su misión, de no ser por Bolsonaro. “El tema de Cuba y sus médicos estuvo en su campaña eleccionaria, así que no nos asombró lo sucedido después de su triunfo, como tampoco la reacción del Estado cubano… La decisión fue la que tenía que ser. Nadie nos puede agredir así ni intentar mancillar nuestra dignidad, vergüenza, competencia profesional demostrada en muchas latitudes”.

De vuelta a casa, sonríe, nada supera el reencuentro con la niña, la madre, el padre, y el abrazo con la bahía de Matanzas, cuya evocación la salvó en los días nostálgicos en plena Amazonas, adonde imaginariamente acudía para “espantar los gorriones”.

Frente a ese bello trozo de mar está su consultorio Tamara Bunke, en la ciudad yumurina disfruta poniendo en orden su casa y su lugar de trabajo. No se desanima; está dispuesta para las misiones que vengan.

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