La empresa de Ómnibus Nacionales envió al periódico Trabajadores respuesta al artículo periodístico Vía Crucis en Víazul, publicado en la página web el 20 de octubre y en la edición impresa el 29 de ese mes, donde se expresan numerosas irregularidades en el servicio que ofrece dicha entidad.
Entre los mandatos de Víazul está un servicio de alto nivel. Si comparamos sus precios con la calidad, entonces el resultado no debería ser otro que una elevada excelencia, pero no es esa la consideración de muchos clientes, ni de este reportero en particular.
En la citada publicación expresé que nadie informaba al viajero la variedad de opciones que podía utilizar, entre estas, ómnibus con categoría de Expreso, y la contestación fue que “la divulgación de los itinerarios de la programación de la UEB Víazul se encuentra en lugares accesibles a los clientes para que estos puedan elegir correctamente los servicios que se ofertan”. Catalogan Sin Razón mi planteamiento.
Entonces pienso en las tantas personas, nacionales o turistas, que compran boletos y desconocen las opciones que tienen. La información es fundamental. Por tanto, aunque según plantea la carta no tengo razón, sugiero no escatimar esfuerzos y reiterar a los clientes las alternativas que tienen. Eso contribuiría a un mejor servicio.
El periódico criticó el mal servicio de la cafetería y el sofocante calor en el salón de espera de Víazul, en Avenida 26 y Zoológico. La respuesta nos dice que “en reuniones con factores del territorio se ventilaron varios temas de nuestra agencia… Además, la empresa está sujeta a un cambio estructural, donde está concebido el traslado de esta agencia para la terminal de Ómnibus Nacionales, en la cual tendrán todas las condiciones necesarias para un servicio de excelencia…”.
Entonces pregunto: ¿Qué tienen que ver los factores del territorio con los salones de Víazul? Desde su inauguración esos salones no cuentan con aire acondicionado. Quizás podrían instalarse algunos de esos equipos mientras llega el traslado, y no olvidar que solo con el costo del pasaje el viajero debería tener un servicio personalizado en el salón y en la cafetería.
Sobre la venta de boletos sin número de asientos nos aseguran que “el boleto se vende por el sistema Resiber de Amadeus a través de Iberia, por lo que está programado para la venta por aviones, no obstante, se emitieron indicaciones en nuestras agencias y puntos de ventas para que el número de asiento se realice de forma manual a la hora de rectificar los boletos de viaje”.
Si de esa manera se solucionan las dificultades, se ahorrarían muchos disgustos.
Acerca del atraso en la salida del ómnibus para Santiago de Cuba el día 11 de octubre consideran que solo tenemos Razón en Parte. Refieren que “el ómnibus que se encontraba disponible para la salida en este turno no pudo realizar el servicio ya que tuvo fallos técnicos y regresó a la base. Por lo que se preparó el 866, que no se encontraba planificado con su tripulación para ese turno”. El viajero merece mayor respeto. La empresa está en la obligación de prever circunstancias como la que dice que se presentó. Si paga tan bien, el viajero merece el mejor servicio. ¿Por qué la demora en la salida y con un ómnibus que se moja por defectos de los equipos de aire acondicionado?
Sobre la pertinaz gotera, exponen que “nuestra UEB cuenta con un parque de ómnibus envejecidos, en su gran mayoría se mojan, provocando así un grupo de insatisfacciones de nuestros clientes”.
Suponemos que Víazul tenga cierta prioridad en la reposición de equipos. Pero es de lamentar que a pesar del envejecimiento el precio de los viajes sigue siendo el mismo. ¿Por qué?
El artículo periodístico reseñaba vicisitudes en el pequeño salón de espera en Santiago de Cuba, incluida la falta de aparatos de aire acondicionado. Responden que “la UEB allí tomó como medida alternativa colocar varios ventiladores; la medida está cumplida”.
¿Será tan difícil conseguir para allí algunos aparatos de aire acondicionado? ¿Nadie pensó en lo insoportable del calor santiaguero en ese local?
Referí además numerosas incidencias en el viaje de regreso y alegaron que “se analizó a la tripulación del ómnibus 822, que fue la que realizó este servicio. Se decidió en la comisión de disciplina aplicar a la tripulación la medida disciplinaria consistente en cambio de puesto de trabajo a una plaza de menor remuneración y condiciones laborales distintas por el término de hasta un año”.
Aunque no mencionan en su respuesta la parada para comer en una paladar y no en una cafetería o restaurante estatal, confieso que mi primera reacción fue creer que la cadena se rompió por el eslabón más débil, es decir, la tripulación, aunque esta —efectivamente— se comportó con muy poca profesionalidad.
Es extraño que al valorar por separado cada uno de esos siete planteamientos —no sabemos por qué no todos— nos dan la razón en cinco, en uno nos la dan solo en parte y en otro asumen que no tenemos razón. Pero al hacerlo integralmente catalogan nuestro artículo Con Razón en Parte. Sin duda, ¡fuerte la calificación!
La administración tiene la mayor responsabilidad con el mal servicio, y deberá crear condiciones para que los salones de espera tengan buenas condiciones, la cafetería brinde el mejor servicio, eliminar las goteras y la suciedad en los ómnibus, que las salidas sean a la hora señalada, que una tripulación no se comporte con tan poca profesionalidad, y para que las paradas sean en lugares señalados y no donde quieran los choferes.
Los lectores apuntan —y también este reportero— a que administración y colectivo laboral de Víazul deberían empeñar su esfuerzo e inteligencia para desterrar la mala opinión que existe sobre el servicio que ofrecen. Sobre ello un cibernauta, Lesmes la Rosa, afirmó: “De no adoptarse las medidas que correspondan, la vergüenza será mayor”. Comparto tal consideración.
Vía crucis en Víazul