Por: Frank Padrón
La sociedad contemporánea, lo mismo en la cercana Latinoamérica como en la distante Eurasia, tiene entre sus graves problemas la falta de trabajo para muchos. Dos, entre varios filmes que pueden verse en el Festival tratan ese y otros temas muy relacionados.
En el hotel donde trabaja, a Paula, joven porteña en una ciudad nevada del sur argentino, le escamotean el sueldo cuando termina su contrato: sigue buscando empleo con el anhelo de ahorrar dinero, mas la falta de trabajo, hogar y afecto la llevan a una búsqueda introspectiva, que la sitúa ante la disyuntiva de emprender o no el anhelado viaje a Canadá junto a su pareja e hija.
Condena a las duras condiciones de vida en la Argentina actual, peores aún en el interior del país, La omisión, debut del cineasta Sebastián Schjaer que compite en óperas primas, no logra resolver satisfactoriamente, desde el punto de vista narrativo, los planos del conflicto: cómo incide un contexto hostil en asuntos por resolver dentro de una persona es un tema interesante, pero aquí no bien desarrollado por la falta de mejor diseño en los personajes y situaciones.
Ayka, coproducción entre Kazajistán, Alemania y Polonia es una de las cintas más angustiantes del Festival pero… no hay que perdérsela: una joven kirguisa, inmigrante clandestina en Rusia, abandona en el hospital a su bebé recién nacido y empieza desde entonces una huida hacia delante con él propósito tanto de escapar de su maternidad como de encontrar el dinero que le han prestado unos mafiosos para poder entrar en Moscú. El kazajo Sergey Dvortsevoy (quien hace diez años triunfara en la sección Un Certain Regard con su primer largometraje de ficción, Tulpan) vuelve ahora a Cannes por la puerta grande: la actriz protagónica (una incalculable Samal Yeslyamova) se erige con el premio en su categoría, pero todo el filme es de una solidez a prueba de bala: compartimos todo el tiempo la atmósfera opresiva, asfixiante e insoluble de esa joven que no encuentra o mantiene trabajo, que suda a pesar de la insistente nieve, cuyo celular no para, acosada por deudas y amenazas, que en todas partes encuentra incomprensión y rechazo… Maternidad herida, última carta negociable; la mujer como ente desprotegido y perdido en una sociedad excluyente y cruel; la inmigración —incluso interna— riesgosa y sin asideros, todo dentro de un Moscú inhóspito (memorable aquella escena donde un conferencista habla de las infinitas posibilidades de triunfo allí, mientras la cámara refleja el dolor y la desesperación de la protagonista acorralada); en fin, toda una obra maestra.