Nuevamente, y para honrar la mesada que recibe de Washington por sus deleznables servicios, el desfachatado secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, ha vuelto a expeler sus acusaciones, calumnias y diatribas contra la Revolución Cubana y sus líderes, para complacer a sus amos y como parte del lanzamiento de su campaña para optar por un segundo período en su jugoso cargo.
Corifeo de las peores causas antidemocráticas, Mr. Almagro vuelca todo su rencor y frustraciones contra los procesos revolucionarios de América Latina y en particular contra el Estado socialista de Cuba y la República Bolivariana de Venezuela, amparado en las espurias prerrogativas que le concede ser el mayordomo de tan desprestigiada organización, la cual cuenta con un largo expediente de amparo a la Doctrina Monroe, a los golpes de Estado y demás múltiples intervenciones políticas y militares de Estados Unidos en nuestro continente.
Lo que le duele a este deleznable ente proimperialista es que los cubanos nos hemos dotado de un sistema social más justo, más humano y de una verdadera democracia participativa, del que el abjuró para pasarse a las filas del enemigo.
Cómo esperar entonces que el jerarca de la OEA se pronuncien contra del inhumano e ilegal bloqueo a Cuba o las medidas coercitivas que para agravarlo ha dispuesto el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, hoy el ídolo arrobado de Mr. Almagro, o desista de pedir invadir a Venezuela.
Sus declaraciones solo pueden ser respaldadas por los grupos y organizaciones contrarrevolucionarios, a sueldo del Gobierno norteamericano que rumian su impotencia ante la heroica resistencia del pueblo cubano a las agresiones yanquis y por la imposibilidad de que en la tierra de Martí y Fidel vuelvan a imperar corruptas tiranías, como las que añoran.
Si el imperio romano pagaba a los traidores pero los despreciaba, el imperio norteamericano les paga, pero los aprecia, y acoge en su seno con todo amor a gente de la calaña de Mr. Almagro y los sitúa al frente de la Organización de Estados Americanos, la putrefacta OEA.
De personajes como este el Dr. Raúl Roa, Canciller de la Dignidad, solía decir que eran la concreción viscosa de todas las excrecencias humanas.