El doctor Ahmetid Alfonso Castro, uno de los médicos villaclarenos que prestó colaboración en Brasil, llegó a Santa Clara. Miró de frente al Che en la plaza que lleva su nombre y parecía decirle al Guerrillero Heroico: ¡Cumplimos colega!
Este joven médico cubano trabajó durante dos años en el Estado de Maroña, en el municipio Presidente Dutra, donde atendía cinco puestos de salud con más de 3 mil habitantes.
Según confiesa fue una labor entrañable que guardará siempre como una página inconclusa, de esas historias que tienen el sabor de haber quedado trunca por la tozudez de su futuro presidente, pero con la certeza de que siempre cumplió su deber con la humanidad y supo poner la dignidad de Cuba en un lugar sagrado.
Más allá del imprescindible saludo, del entrañable abrazo a la madre y al padre, del apretón de mano a los amigos, de la bienvenida calurosa e inesperada de sus vecinos de la zona de Las Minas, en Santa Clara, donde ha vivido siempre, incluso de tener a su llegada a sus maestras de primaria, Ahmetid revela que trae apretado el pecho por sus pacientes.
Con mucha ecuanimidad, con el sentimiento que produce la separación habla de uno de sus pacientes. “Yonata es un niño autista, su abuela lo llevaba casi todos los días al consultorio para que estuviera conmigo algunos minutos que le eran muy favorables. Llegamos a tener una comunicación muy especial, hacía su ritual de reconocimiento, me olía, me pasaba la mano por el pelo. Yo le daba atención diferenciada, conversábamos y se iba, era ya una costumbre y el comenzó a comunicarse mejor con el resto de las personas. A Yonata lo recordaré siempre, se que él me necesita”.
El tono de las palabras de Ahmetid es pausado, las escoge con delicadeza, evita frases repetidas, pero en sus ojos es visible que sabe que ha hecho el bien y fluyen entonces las anécdotas de los primeros días en Brasil.
“Desde la primera semana salvé vidas, un señor que había tenido un accidente, atendido en el hospital estatal y lo regresaron a su casa, me lo llevan la familia en muy malas condiciones. Por la clínica, el interrogatorio y la descripción del impacto sospecho que era grave, que había hemorragia cerebral. Fue así, hubo que intervenir, de no haber estado allí y dar ese diagnóstico, hubiera muerto esa persona”.
“En algunas ocasiones tuve que tener mucha ética, visité pacientes atendidos por el servicio brasileño, casi todas eran neumonías complicadas con tratamientos no efectivos y utilicé otros protocolos, de no haber hecho ese proceder el destino de esas personas sería otro”, afirmó.
Pero me duele haber dejado a mis pacientes, algunos encamados que necesitan atención sistemática, la que realizaba a domicilio. Sé nadie las hará con mi ausencia.
Traigo conmigo mucho cariño, mucha atención, por ejemplo cuando mi esposa, que estaba allá conmigo hubo que realizarle una cirugía de urgencia, tuve en mis pacientes una familia cercana, cuando falleció mi abuela en Cuba, mis pacientes me dieron las condolencias, me apoyaron en esa hora de pena y dolor, sintieron la pérdida junto conmigo.
Dejé allá a los niños que me despidieron, a una abuela brasileña que me abrazaba fuerte cuando regresaba, se aferraba a mi pecho como para no dejarme ir, eso fue muy difícil, aún tengo la voz de los que me llamaron al aeropuerto para darme un hasta luego y los que me siguen saludando por las redes sociales.
Pronto Ahmetid se reincorporará al policlínico Mario Muñoz, del poblado de Esperanza, del municipio de Ranchuelo. Allí, dice, le esperan sus pacientes de siempre.