“Ese día que escuché la noticia de que los médicos cubanos saldrían de Brasil, no pude evitar sentirme muy triste. Pensé en las personas que necesitaban esa atención y no la iban a tener más; pensé en los pobres, en la gente cerca de mi casa”, así se lamentó Walace Moreira da Silva, brasileño procedente de la ciudad Conselheiro Lafaiete del estado Minas Gerais que cursa el sexto año de la carrera de medicina en Camagüey.
“Allá donde vivo había tres médicos cubanos –continúa– y estaban haciendo la labor que nadie quería. Conozco la situación del pueblo y sufre cantidad porque hay lugares donde nunca ha ido un médico, ya que muchos galenos brasileños solo acuden a los lugares intrincados para hacer un servicio comunitario por algunos días y ya; y esa gente se queda sin asistencia ahora”.
Walace lleva ya uno cuantos años entre cubanos; el carisma, el trato humanitario, el método clínico son cosas que se le han inoculado en el alma, por eso le duele tanto lo que sucederá con la salida de los de la Isla del programa Mais Médicos.
“Siempre quise estudiar una carrera que me permitiera ayudar a las personas, y deseé ser policía, bombero… Nunca pensé en medicina, era un sueño imposible, pero el gobierno cubano me brindó la oportunidad”, explica.
Su familia es humilde; su papá es plomero, la madre, ama de casa. Ninguno podría ayudarlo en su objetivo. Sus deseos de ayudar lo habían guiado a seguirle los pasos al padre, quien militaba en el Partido de los Trabajadores, y contribuir con movimientos sociales como los Sin techo. Venir a Cuba no solo fue tremenda alegría, sino además la oportunidad de conocer un país del que tanto le hablaba su padre.
“Cuando termine el curso, volveré a mi país; estudiaré para revalidar el título, oportunidad que espero no se pierda porque eso es muy complicado allá, y trataré de ayudar, a mi familia y a todo el que pueda”.