Resueltos la mayoría de los inconvenientes que caracterizaron la anterior edición de la Semana de la Moda en La Habana (SMH), el sábado último concluyó la cuarta convocatoria de este espectáculo agradecido por el público, que ahora tuvo como escenario el Pabellón Cuba, en la céntrica Rampa capitalina.
Cientos de personas concurrieron al polivalente recinto sede de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) para disfrutar de las variadas ofertas de vestuarios de 72 reconocidos diseñadores de La Habana, Matanzas, Cienfuegos, Villa Clara, Sancti Spíritus, Ciego de Ávila, Granma y Santiago de Cuba; incluidos los artesanos artistas cuya labor complementa el buen vestir a través de sus respectivas especializaciones en artículos de bisutería, joyería y piel.
Los organizadores fueron extraordinariamente receptivos a las críticas hechas a la anterior muestra efectuada en el ATM, fundamentalmente en lo concerniente a la altura de la pasarela y los diseños de música y luces. Estas últimas, en el Pabellón Cuba ejercieron un rol importante en la mejor apreciación de los trajes y los modelos; aunque aún existen ciertas manchas que, en general, no opacaron el brillo del espectáculo, entre ellas, cierto desnivel en la labor de los maniquíes —incluso los que defendían una misma colección, principalmente las féminas— que evidenciaron disparidad en los pasos —unos más elegantes que otros—, en los movimientos corporales y en el uso de los zapatos con puntas (puyas), lo que denota desigual formación para un desempeño esencial en la exhibición de las prendas.
De igual forma, aunque entre las colecciones expuestas hubo contadísimos vestuarios y artículos de pieles con técnicas y proyectos similares a los de años anteriores, los vestuarios presentados en esta SMH en general demostraron interés de los creadores por llevar al encuentro novedosos atuendos que interesen al público para su uso.
Tal vez pudieran organizarse dos pasarelas, una en el verano que oriente sobre las prendas que se sugieren para el invierno; y otra en el invierno que proponga lo más adecuado para el verano. Por supuesto, esa ambiciosa pretensión solamente puede ser evaluada por los organizadores, pues estas citas exigen cuantiosos gastos económicos, materiales y humanos.
Antesala de otro evento de gran participación popular, como la Feria Internacional de Artesanía —6 al 21 de diciembre, en la Fortaleza San Carlos de la Cabaña—, la SMH es otra admirable propuesta de la Acaa, con el coauspicio del FCBC, para incentivar entre los cubanos el gusto por el buen vestir, con la presencia de prestigiosos diseñadores que sugieren disímiles maneras de trabajar la imagen individual con indumentarias que tienen que ver con nuestros clima, cultura e idiosincrasia, sin concesiones a la chabacanería, y que permitan enfrentar la cada vez mayor intromisión en los mercados estatales recaudadores de divisas y de los cuentapropistas de las vestimentas globalizantes del mundo occidental.
En otras oportunidades he apuntado la conveniencia de que los organismos con posibilidades de estimular tal fin, participen en la SMH, y evitar que tan cubanísimos diseños de ropas, sobre todo las colecciones prêt-à-porter (en francés “listo para llevar”), únicamente queden en el recuerdo de una pasarela, sino que puedan comercializarse en las redes de ventas de productos textiles y no solo a través de las tiendas del FCBC, las únicas donde pueden hallarse a veces con precios poco aseqbles.
Dedicada a los aniversarios 500 de la fundación de La Habana y 40 de la creación del FCBC, y a Trinidad, declarada este año Ciudad Artesanal del Mundo, se produjeron entre el 20 y el 24 de noviembre, en el Pabellón Cuba más de 45 desfiles de modas, y en los que también intervinieron artistas de Martinica, Guadalupe y Francia. Hubo cuatro pasarelas dedicadas a la moda infantil y otras con carácter temático (trajes de baño, trajes de novias, caftanes).