Centenares de testimonios cargados de emoción y gloria atesora el movimiento deportivo nacional. Muchos de estos argumentos los edificaron figuras que en su esplendor no solo tributaron medallas, también fueron espíritu de inspiración para los que le sucedieron.
Uno de esos indispensables es Enrique Cepeda Caballero.
Nuestro protagonista añoró ser pelotero. Lanzar, fildear un gran batazo y pegar un jonrón fueron sueños que jamás llegó a concretar al más alto nivel.
A los 38 días de nacido, un lamentable guiño del destino le presentó fiebres con convulsiones, que le afectaron el nervio óptico. Las secuelas: hipermetría, astigmatismo, callosidad y visión degenerativa.
Tamaña adversidad habría quebrado la moral de cualquiera. No la del inquieto muchacho, que comenzó a entallar un ejercicio de voluntad que coronó de adulto con su inclusión entre los 100 deportistas del siglo XX en Cuba. Tal nombramiento le llegó luego de esculpir, como atleta discapacitado, una carrera digna de reverencia.
La luz de su talento iluminó en 1986 el Campeonato Mundial de Atletismo de Ciegos y Limitados Físicos Motores, en Suecia. Los resultados: medalla de oro en los 100 metros planos y segundo escaño en el salto de longitud.
La explosión consagratoria sucedió en 1992 durante los Juegos Paralímpicos de Barcelona. La cosecha: título en triple salto y presea de bronce en 100 metros planos.
Un año inolvidable fue 1994, ya que en la cita del orbe de Alemania capturó cuatro premios, incluido el dorado en el triple. A partir de ahí los Juegos Parapanamericanos de 1995 y 1999 en Argentina y Canadá, respectivamente, resultaron acertados coto de caza con un total de siete coronas.
Las satisfacciones se prolongaron en las citas paralímpicas de 1996, 2000 y 2004. Las gotas de gloria más notorias, tres pergaminos dorados.
A nivel nacional fue también un experto en perseguir el acierto. Un total de 52 coronas en campeonatos de la Asociación Nacional de Ciegos y 50 récords domésticos acuñaron su casta.
En la actualidad Enrique Cepeda es metodólogo de la Comisión de Deportes para Discapacitados. Sus memorias competitivas son faro que sirve de referencia a la generación que hoy irrumpe de forma explosiva en busca de nuevos hitos de superación. Cuba se enorgullece de un campeón como él. No solo por los lauros que alcanzó, sino porque continúa siendo fiel a su patria y su bandera.