Por Ernesto León
El sistema de competencia implementado hace siete campañas (dos fases, selección de refuerzos y play off) cuenta con una clara raya en su contra: la poca cantidad de partidos en la primera etapa (45), lo cual hace que más de 300 peloteros y diez provincias solo tengan béisbol de primera categoría dos meses y medio por año.
Una solución al alcance de la mano parece asomarse. Temporada regular de 60 0 75 partidos con discusión del título y posteriormente una Liga Cubana con refuerzos y diferencia de estímulo monetario para los seis u ocho equipos involucrados, que pueden ser los primeros de la tabla de posiciones del campeonato nacional.
Pero la Serie se ahoga por más motivos. Cada temporada son más los estadios con problemas en las luces y por tanto aumentan los juegos vespertinos con la consiguiente afectación de los entrenamientos y el espectáculo. Asimismo, peloteros veteranos no se retiran (algunos hasta regresan a pesar de que sus mejores años pasaron) por no perder el estipendio que reciben mientras estén en activo. Y esas dos cosas lastiman la añorada calidad.
El arbitraje sigue también propiciando sombras, aunque mejora algo en comparación con ediciones precedente. Todavía se aprecian malas ubicaciones de los hombres de negro en las bases, lo cual se traduce en decisiones erradas. Como si todo lo anterior fuera poco, el descontrol de los lanzadores sigue siendo una espina clavada, la defensa empeora por múltiples factores y los índices de robos de base y jonrones disminuyen en números y protagonistas.
Algo si hay que reconocer. En medio de este vino amargo descrito no falta en nuestra Serie la competitividad, la rivalidad y la entrega de peloteros, entrenadores, mentores y personal de apoyo. Como tampoco el público deja de seguirla, incluso con más aficionados en los parques, sobre todo cuando se inicia la segunda fase.
Hay otros aspectos que trascienden a los directivos del béisbol, pero igual repercute en el disfrute de la Serie Nacional. Estadios con ofertas gastronómicas pobres, dogouts sin frutas para los equipos, pobre concepción de un espectáculo deportivo más allá de la presentación formal de los conjuntos o una tabla gimnástica el día inaugural, por solo citar tres ejemplos. Se ahoga, pero respira, dice el refranero popular. Y tiene razón.