El seis de noviembre de 1918 la historia de un viejo espigón, devino una crónica distinta para los servicios de salud en Guantánamo. En el otrora terreno Altos de Polanco, donado a principios del siglo XX por la familia Pérez Andrés se fundó el primer hospital civil de la región, y con él nació también la única institución pediátrica de la provincia.
Eran sólo cuatro pabellones para ingresos: un salón de operaciones, un local para lavar ropa manual y una cocina con un fogón de leñas los interiores de aquel centro que en sus albores asistiría una terrible epidemia de Influenza, victimaria de numerosas vidas por falta de recursos para combatirla. Cuatro médicos, cinco enfermeras y diez trabajadores de servicio y administrativos eran la plantilla inicial de aquel dispensario que esperó hasta 1935 para exhibir su primer laboratorio clínico y dos años después una sala de maternidad y atención a infantes.
Ignorado por los gobernantes de turno, la atención de pacientes ingresados encontró el desvelo de un personal comprometido en salvar vidas en medio de precarias condiciones de trabajo y en detrimento del presupuesto para pagar los salarios de las plazas disponibles.
En 1953 en plena efervescencia de la lucha insurreccional la situación de la prestación de servicios se agudizó: la tiranía se apoderó militarmente del hospital y la inseguridad física de trabajadores y enfermos alcanzó secuencias terribles. Acciones revolucionarias en el área suroeste de la ciudad capital acrecentaron el temor entre familiares y enfermos por las represalias de la fuerzas batistianas.
A pesar de ello, accionaba en el hospital un núcleo de combatientes clandestinos que apoyaron las acciones revolucionarias y favorecieron la causa con medicamentos, materiales de curación, instrumentos, equipos y recepción de heridos.
Con enero de 1959 se construyeron nuevos cuerpos de guardia, un banco de sangre, se terminó el salón de operaciones, una central de esterilización, salas para ingresados, farmacia, laboratorios de microbiología y anatomía patológica, un banco de leche, nuevos locales de Rayos X, ultrasonidos, y salas de cuidados intermedios e intensivos.
Es en 1960 cuando inicia el programa de reducción de la mortalidad materno-infantil, cuya primera evaluación validó su factibilidad para la atención médica pediátrica, servicio que comienza a brindar en el año 1981 denominándose Hospital Pediátrico Docente Pedro Agustín Pérez, en homenaje al precursor mambí de la guerra de independencia, en el Alto Oriente cubano.
La era que parió al porvenir
Hoy cuentan con 1312 trabajadores, de ellos 154 médicos y 301 enfermeras, más de 700 trabajadores de servicios, técnicos y Licenciados de la salud que brindan servicios en una veintena de especialidades propias y asociadas a la calificación del centro, entre ellas modalidades de la Medicina Natural Tradicional.
De igual manera ilustran servicios óptimos en cuidados respiratorios, gastrointestinales y de misceláneas gracias a la proyección y preparación de los pacientes en caso de llegar a la entidad: una visión que enfocan desde la capacitación a los profesionales de la atención primaria y acciones de formación al personal universitario relacionado con el centro e involucrado al Programa Materno Infantil.
Colectivo merecedor de la condición por dos años consecutivos de Vanguardia Nacional de la ANIR, recibió del mismo modo la condición “Trinchera de Acero”, como reconocimiento de esa estructura en la provincia. Gracias al trabajo sistemático y constante de sus innovadores logró la reparación del equipo clorificador, útil para cuantificar la cantidad del cloro con la que se trata y mejora la calidad del agua recibida por la institución evitando riesgos de enfermedades por trasmisión hídrica. Asimismo se hacen viables iniciativas como la puesta en marcha de la única cámara selladora, del territorio, imprescindible para la reutilización de determinados insumos como guantes e instrumentales del salón de operaciones.
Sello de la Calidad de la Enfermería, otorgado por el Ministerio de Salud Pública (MINSAP) desde 1998, el pediátrico guantanamero extiende así una labor humanista, organizada y responsable de su personal a este nivel con las acciones docentes y de superación.
Elevar el nivel científico de sus trabajadores fue una de las metas principales de cara a la celebración por la centuria: alcanzar categorías de instructores, asistentes y auxiliares, doctorados y diplomados en terapia intensiva ha sido la faena de más de una decena en los últimos años.
Mas como el movimiento sindical fue de los primeros en comprometerse por resultados favorables, también se visualizó la voluntad colectiva por transformar el ambiente y las condiciones laborales en nuevas butacas, climatización de varios departamentos, apertura de un local de gastroenterología y la revitalización de otros servicios.
Indetenible a pesar de su vetusta historia el hospital ha estado en continuo movimiento para lograr la eficiencia en su vertiente asistencial: la reducción de la mortalidad infantil, al cierre del 2017, con siete fallecidos menores de un año.
Movilizar constantemente a su personal médico: técnicos, enfermeras, trabajadores de servicios en aras de mantener los estándares de salud que iluminan las bondades de un derecho elemental en la sociedad cubana le añaden a su condición de colectivo moral la garantía de un porvenir luminoso.