La influencia de su profesora en las clases de Educación Física fue fundamental. Entre las carreras de velocidad del atletismo y hacer gimnasia sobre un tapiz ganó la segunda, aunque nunca pensó convertirse en tan corto tiempo en la cubana con mejor actuación en campeonatos mundiales de gimnasia rítmica.
Sonia Pedroso Alemán llegó quizás un poco tarde al deporte (13-14 años), pero su talento extraordinario y una gracia singular para manejar, sobre todo, el aro y la cinta, le valieron innumerables premios, cuando su disciplina aún no estaba en el calendario de los Juegos Centroamericanos y del Caribe ni de los Panamericanos.
De la mano de entrenadoras rusas llegó a la cita del orbe de 1967 en Dinamarca y logró un sexto escaño con el implemento circular (9.200), al tiempo que terminaba decimoquinta en la clasificación general (35.466). Cuatro años más tarde, entre el 10 y 11 de noviembre, La Habana organizó la primera y única lid del orbe de esta disciplina en América, y Sonia complació a todos con su quinto lugar en cinta (18.150) y séptima entre las máximas acumuladoras (36.250).
Como si fuera poco, en su tercera justa universal, en Róterdam 1973, se mantuvo a la vanguardia del aro (octava con 9.300), al tiempo que la pelota y la cuerda continuaron siendo instrumentos difíciles de dominar con soltura, aunque les dedicaba más de la mitad del tiempo de los exigentes entrenamientos.
Acostumbrada a trabajar más la expresión artística y corporal que la parte técnica en sus selecciones, la cubana siempre causaba sensación y simpatía entre los árbitros a partir de la natural gracia en cada una de las coreografías. “Quizás no era muy original, pero cumplía con los requerimientos técnicos y le ponía un sello muy particular”, comentó después de retirada, cuando se desempeñaba como entrenadora de nuestro conjunto nacional.
Con no pocas huellas en su cuerpo debido a dolorosas lesiones, Sonia fue la figura cumbre de una generación primaria de gimnastas que descubrió los rigores y la metodología de la preparación a fuerza de tropiezos y roce con las mejores del mundo de esa época, quienes respetaban a la antillana cuando se aparecía en lides internacionales por esa gallarda y a la vez preciosa manera de competir y entregarse cuando sonaba la música.
Desde 1985 pasó a una segunda etapa de gloria y por sus manos transitaron alumnas tan o más aventajada que ella en flexibilidad y en medallas regionales y continentales como Lourdes Medina o Yordanis Corrales. También brindó ayuda a países hermanos como Colombia, donde la recuerdan todavía por el inmenso amor dejado en niñas y adolescentes que buscaban el secreto de este deporte.
Cuando se hable de la historia viva de la gimnasia rítmica el nombre de Sonia es infaltable, aunque ahora mismo ella sonría y vuelva a ella la certeza de que pudo ser medallista mundial. ¿Alguien lo duda?