Casi al unísono, cuando Estados Unidos volvía a quedar prácticamente solo ante el plenario de la Asamblea General de Naciones Unidos por la votación que condenó el bloqueo contra Cuba, el asesor de seguridad nacional de la actual administración del gigante del norte, John Bolton, daba rienda suelta a su verborrea hostil contra la Mayor de las Antillas y la acusaba de “dictadura brutal”.
En conferencia de prensa ofrecida en Miami, el político de la vieja guardia anticubana, culpó a la isla de establecer una “troika de la tiranía”, un “triángulo del terror que va desde La Habana hasta Caracas y Managua”, y de ser “la causa de un gran sufrimiento humano que genera mucha inestabilidad y el génesis de una cuna del comunismo en este hemisferio”.
Dijo estar preocupado por los ciudadanos de esos países, aunque su sentir es más bien un reflejo del viejo conflicto (¿decimonónico?) capitalismo vs comunismo.
“Los problemas que vemos en América Latina no han emergido porque el socialismo haya sido mal implementado. Por el contrario, las personas de Cuba, Venezuela y Nicaragua sufren porque el socialismo ha sido implementado de manera efectiva”, sostuvo Bolton y argumentó que “bajo el presidente Trump estamos tomado acciones directas contra esos tres regímenes para defender el estado de derecho, la libertad y la decencia humana básica en la región”.
Más allá del lenguaje agresivo, Bolton no informó de las sanciones que algunos esperaban pues las había anunciado en las redes sociales. No obstante, fuentes estadounidenses que prefirieron el anonimato adelantaron que las “represalias” podrían estar “considerando tomar pasos para permitir que cientos de cubanoamericanos, cuyas propiedades fueron confiscadas en la isla tras la llegada de Fidel Castro al poder, puedan demandar en cortes federales estadounidenses a compañías extranjeras que ahora tienen negocios en la isla en esas mismas propiedades”.
Tal proyecto no es nuevo (ver título III de la Ley Helms Burton, de 1996), es parte del entramado jurídico que ha encorsetado el bloqueo a Cuba, pero que durante la administración anterior a Trump (la de Barack Obama) pasó a manos del Departamento de Estado y que ahora quieren devolver al Presidente de la nación.
Entre los impulsores de tal propuesta ante la Casa Blanca, el Consejo de Seguridad Nacional y el mismo Departamento de Estado, figura el senador de origen cubano Marco Rubio, considerado uno de los principales asesores de Trump para temas relacionados con América Latina. El Rubio también ha presionado para que la Administración amplíe la lista de compañías cubanas con las cuales los estadounidenses tienen prohibido hacer negocios.
Políticos cubanos y teóricos del socialismo han reconocido que el sistema socioeconómico basado en la propiedad social sobre los medios de producción aún está lejos de mostrar un modelo exitoso y próspero, pero son incuestionables los avances que en materia de igualdad social y reducción de la pobreza han conseguido los países que en distintos escenarios han abrazado tal ideología.
Esta vez John Bolton y la embajadora de Estados Unidos ante la Onu, Nikky Haley, fueron los rostros de un Gobierno que al parecer se ha propuesto librar la batalla ideológica que ellos consideran definitiva, como si aspirar a esa justicia social que el capitalismo tampoco ha podido ofrecer hubiera dejado de ser uno de los sueños de la mejor parte de la humanidad.
En este contexto acudo al tuit de Nikky luego de aplastante fracaso de hoy ante la Onu — Sí, lo leíste bien. Irreal. (Yes, you read that right. Unreal.)—. Claro, ella se refería a la derrota sufrida en una de sus últimas peleas como diplomática. Yo lo suscribo sorprendida de la torpeza de un lobo que desde hace décadas pretende asustar usando el mismo disfraz.