Trabajadores reproduce para sus lectores una serie de artículos relacionados con la Crisis de Octubre en cuatro partes, que publicó nuestra edición impresa en el 2012
La agresividad creciente de Estados Unidos, los errores de la dirección soviética y la posición de principios de Cuba se hicieron evidentes un mes antes del estallido de la crisis. Sobre estos momentos de tensión y definiciones Trabajadores dialogó con el Doctor en Ciencias Históricas, Tomás Diez Acosta.
¿Qué consecuencias inmediatas provocó el anuncio del presidente Kennedy, el 4 de septiembre de 1962, de que en un vuelo de reconocimiento efectuado sobre Cuba a finales de agosto se habían detectado cohetes tierra aire y personal militar soviético?
Ese día Kennedy advirtió a la dirección soviética que no permitiría la instalación de armamentos ofensivos en Cuba y tres días después solicitó al Congreso su aprobación para que en caso de necesidad fueran llamados al servicio activo 150 mil reservistas, petición que fue aceptada el 25 de ese mes. Al otro día, el Congreso aprobó la Resolución Conjunta No. 230, presentada por el Comité de Relaciones Exteriores y Servicios Armados del Senado, que concedía al Presidente la facultad de hacer uso de las armas contra Cuba por supuestas actividades agresivas y subversivas en cualquier parte del hemisferio, y para impedir la creación o el uso en nuestro país de una capacidad militar que según ellos podría poner en peligro la seguridad de Estados Unidos.
¿Cuál fue la reacción de Cuba?
Ante la Resolución del Congreso estadounidense el Consejo de Ministros del Gobierno Revolucionario dio a conocer una declaración de principios.
En ella se señalaba que si el Gobierno de Estados Unidos no albergara intenciones agresivas hacia nuestra patria no le interesaría la cantidad, calidad o clase de nuestras armas. Planteaba además que si Estados Unidos fuera capaz de dar a Cuba garantías efectivas y satisfactorias con respecto a la integridad de nuestro territorio y cesara en sus actividades subversivas contra nuestro pueblo, no estaríamos obligados a fortalecer nuestra defensa y todos los recursos que ello implicaba los invertiríamos en el desarrollo económico y cultural de la nación.
Manifestaba por último, en aquella coyuntura tan difícil, una postura que el Gobierno cubano ha mantenido invariable hasta hoy: la disposición a discutir con Estados Unidos si encontrara en el Gobierno de ese país una actitud recíproca para disminuir la tirantez y mejorar las relaciones.
No hubo por nuestra parte la más mínima vacilación ante las presiones de todo tipo que se ejercían.
Usted ha afirmado que la posición asumida en aquellos momentos por la dirección soviética le facilitó a Estados Unidos pasar de la posición de victimario a “víctima”.
Efectivamente. Mucho podría decirse de la postura soviética, pero considero que pudiera resumirse en el testimonio de Georgi Bolshakov, funcionario de prensa de la embaja da soviética en Washington, quien fungió en aquellos momentos como “canal” secreto en las comunicaciones entre Kennedy y Jruschov.
Según este funcionario, Estados Unidos había instalado hacía tiempo sus misiles en las mismas narices de la URSS, lo que no era secreto para nadie, pero el secretismo intencionado en el caso cubano ponía trabas a la diplomacia soviética, ya que cada vez que surgía el tema se acompañaba invariablemente de la interrogante de si había misiles en Cuba.
El hecho de negarlo fue interpretado por el adversario como una mentira, lo cual calaba fácilmente en las mentes de la población norteamericana, y contribuía a sembrar la desconfianza hacia la URSS. Tal vez por eso, razonó el funcionario, el presidente Kennedy logró justificar las medidas ilegales contra Cuba anunciadas el 22 de octubre.
Estados Unidos pasó así de victimario a “víctima”, mediante una elaborada campaña de propaganda que colocó como causa del conflicto a los cohetes soviéticos desplegados secretamente en Cuba y relegó a último plano el problema principal, que era su política agresiva contra la Revolución cubana.
¿Por qué si los soviéticos querían mantener el secreto de la operación y contaban con los medios para derribar a los aviones espías estadounidenses no evitó que estos sobrevolaran a Cuba y detectaran la presencia de los cohetes?
Eran constantes las denuncias públicas de las autoridades cubanas sobre las violaciones de su espacio aéreo, sin embargo no cesaban. Nuestras fuerzas armadas no disponían entonces de los medios antiaéreos capaces de derribar los vuelos espías de los U-2, pero los soviéticos sí, y no lo hicieron.
Los cubanos nos preguntamos cómo y por qué los soviéticos en medio de una operación militar como Anadyr, que querían mantener en secreto a todo trance, no impidieron que los U-2 volaran y fotografiaran sus instalaciones estratégicas. Constituyeron errores imperdonables de la dirección política de la URSS, en particular de Jruschov.
Las consecuencias fueron graves. La vigilancia del archipiélago cubano era intensa. El presidente Kennedy aprobó vuelos de U-2 para los días 5, 11, 26 y 29 de septiembre y el 5 y 7 de octubre, sin embargo, el mal tiempo reinante imposibilitó que las fotos aéreas revelaran nuevos elementos en alguna región explorada.
El domingo 14 de octubre amaneció despejado y un avión espía U-2 logró en horas de la mañana fotografiar varios sitios en el territorio occidental cubano. Al día siguiente se estudiaron minuciosamente las fotos y se detectó la presencia de una posición de lanzamiento de cohetes estratégicos R12 en la región de San Cristóbal, en la provincia de Pinar del Río.
¿Qué medidas adoptó Kennedy ante ese descubrimiento?
Ya Kennedy tenía en sus manos el secreto. Los días siguientes serían de mucho peligro para Cuba, ya que, como expresó Fidel posteriormente, la iniciativa en el terreno mi litar había quedado en manos de Estados Unidos.
El Presidente norteamericano creó un grupo especial, integrado por altos funcionarios del Gobierno, conocido posteriormente con el nombre de Comité Ejecutivo del Consejo de Seguridad Nacional o con las siglas (ExComm), que trabajó entre el 16 y 22 de octubre en la más absoluta discreción. Las opciones de tipo militar fueron estudiadas en de talle y constituyeron el centro de las discusiones y quedaron relega das a un segundo plano las iniciativas diplomáticas.
Mientras esto ocurría la posición soviética continuaba invariable. En el último libro editado sobre las memorias de Jruschov, este plantea que la postura de su Gobierno era no confirmar ni negar la presencia en Cuba de los cohetes y en respuesta a una pregunta directa lo negarían. Esto se puso de manifiesto cuando en medio de las discusiones del ExComm, Kennedy recibió al canciller soviético Andrei Gromyko y en la conversación surgió el tema de Cuba. El Presidente estadounidense calificó las acciones de la URSS y de Cuba como las causantes de las tensiones en el Caribe, y Gromyko reiteró que la ayuda de su país a los cubanos estaba dirigida a fortalecer nuestra capacidad defensiva, no hizo mención alguna a los cohetes nucleares.
Años después cuando los participantes en la Conferencia sobre la Crisis de Octubre, efectuada en Moscú, le preguntaron a Gromyko por qué no había abordado en esa entrevista el asunto de los cohetes en Cuba, la respuesta del excanciller soviético fue que Kennedy no se lo había preguntado, y al insistirle de qué habría dicho si se lo hubiera preguntado, respondió que le habría dado “una respuesta digna”.
En las discusiones del ExComm la mayoría de los miembros optaba por un ataque aéreo limitado que denominaron “quirúrgico”, dirigido a la destrucción de los emplazamientos coheteriles. Sin embargo, cuando Kennedy se interesó por conocer la efectividad de esa acción militar y le explicaron que provocaría solo un 90 % de destrucción de los emplazamientos coheteriles conocidos, la desechó. Entonces la opción del bloqueo comenzó a tomar fuerza en los debates y el pro pio Presidente la consideró conveniente.
El 19 de octubre, una vez estudiadas las distintas alternativas, el Presidente indicó al Departamento de Estado que estudiara una fórmula que hiciera posible presentar ante el mundo como un hecho legal el bloqueo naval. Dean Acheson —consejero extraoficial de política exterior— le argumentó que si algunos objetaban el término bloqueo, por qué no usar el de cuarentena. Este eufemismo fue del agrado de Kennedy porque le permitiría en cubrir ante la opinión pública la ilegalidad de la medida.
Por último, se analizó el borrador del discurso del Presiden te y el momento preciso para pronunciarlo, que se fijó para las siete de la tarde del lunes 22 de octubre. Ese día estallaría la crisis que puso al mundo al borde de la catástrofe nuclear.