Los integrantes de la cooperativa no agropecuaria Clavos de Herrar, de Placetas, han sabido saltar obstáculos, les llamaron los valientes por iniciar su proyecto en un “chinchal”, con obsoleta maquinaria y el atrevimiento de producir un renglón desconocido.
Han pasado momentos complicados: innovar con una máquina en ruinas, cambiar procesos, improvisar ante la falta de materia prima cuando se inició el auge de las fundiciones en el municipio, sobreponerse a trámites burocráticos y regulaciones contractuales con la empresa estatal, que no siempre funcionan adecuadamente, entre otras cuestiones.
De la bisutería al clavo de herrar
Los hermanos Vladimir, Orlando y Jorge Jiménez son los fundadores de la cooperativa que comenzó con ocho socios en el 2014, actualmente cuenta con 20; y tuvo en Orestes, el padre, al principal inspirador.
Su objeto social es amplio, pero se han enfocado en el clavo de herrar porque con esa línea logran sustituir importaciones, y al certificarlos podrían llegar a exportarlos.
La historia de los Jiménez comienza cuando dos de ellos quedan excedentes y el padre se retira. “Era una necesidad aumentar los pocos ingresos de la familia para subsistir en medio del período especial.
“Comenzamos a hacer bisutería, confeccionar hebillas para monturas, remaches, herraduras y hasta horquillas a partir de un contrato con la industria local del municipio”, confiesa Vladimir, presidente de la cooperativa, y se voltea para mostrar una añeja pieza mecánica: la prensa criolla salvadora que estuvo prácticamente olvidada por décadas en el patio de la casa y que supo esperar la oportunidad para hacerse imprescindible.
El incremento de coches de caballos como medio de transporte hace que Orestes, quien había observado que las producciones anteriores no tenían futuro, considere que los clavos de herrar podrían ser un producto que los caracterizara, pues eran deficitarios.
Los primeros tuvieron una gran demanda y buen impacto. Deciden especializarse, serían desde ese entonces los únicos en Cuba en elaborar este insumo.
Con la vieja prensa iniciaron el negocio, ampliaron los equipos, mejoraron el taller, en ello influyó la inventiva y la innovación de los asociados. Se consolidaron al arrendar varias máquinas de la Empresa Mecánica Ángel Villarreal Bravo (Ciclos Minerva), de Santa Clara,
Actualmente en el taller, además de máquinas más modernas, los obreros cuentan con todos los medios de protección necesarios para el oficio, aire acondicionado, agua fría, limpieza, organización, y otras comodidades. Llegan a ganar cerca de mil 400 peso promedio como anticipo mensuales y se respetan los beneficios que ofrece el Código de Trabajo para este segmento laboral.
“El proceso se fue modificando, perfeccionado e incluso humanizando, invertimos en nosotros para avanzar, pero faltan vías para poder concretar todas las ideas.
“Hemos encontrado la materia prima ideal, en un principio Metalcom proporcionaba un alambrón retorcido con diferentes durezas no conveniente para el equino. La adecuada y muy estable, proveniente de los desechos de una industria, aunque encarecida por la transportación, la obtenemos en la fábrica de acero de Camagüey, preferimos perder un poco, pero garantizar la calidad”, puntualizó Vladimir.
El desclave de la agricultura
Cuando creyeron que el camino estaba desbrozado, este se complicó por la decisión del Ministerio de la Agricultura, específicamente el Grupo GELMA a nivel nacional, de no comercializar temporalmente el producto y adquirirlo fuera de fronteras, a pesar de tener establecido el contrato, contrario a todas las políticas establecidas que indican potenciar la elaboración y contratación de insumos nacionales.
“Estamos seguros que de destrabarse algunas cuestiones pudiéramos aportar mucho más, no se tuviera que importar o fuera mucho menos, e incluso se evitarían incidentes como el que sucedió recientemente y no se evitaría el comercio ilícito de este producto, pues al nosotros tener que venderlo de forma minorista se da oportunidad a esto”, precisó Tamara Darias, la económica, quién es además la secretaria de la sección sindical y fue electa como delegada del Sindicato Nacional de Trabajadores de Industrias al XXI Congreso de la CTC.
“La necesidad del país es de alrededor de 7 millones 500 mil juegos de clavos para equinos y para el mular cerca de 173 mil juegos al año. La producción actual de la cooperativa supera mensualmente los 4 mil 100 juegos, cada uno de 24 clavos. Un caballo debe herrarse una vez por mes, estos elementos confeccionados de forma ‘criolla’, se desarticulan a los 20 días, los nuestros duran un mes y medio, eso está demostrado, hemos realizado hasta encuestas”, precisó.
“El costo de los nuestros, con nombre comercial Los Jiménez y marca 3J, comparados con el que se importa, el famoso Clavo Corona, además de ser mucho más barato, evita gastos de transportación, distribución e incluso otros impuestos. El ahorro por sustituir importaciones es de 18 pesos por juegos; si se habla de toneladas, cada una de ellas tiene alrededor de 11 mil 300 juegos, la cifra es millonaria.
“Otra cuestión que nos preocupa son las trabas relacionadas con la compra venta para adquirir las prensas arrendadas, ello impide ampliarnos pues necesitamos de siete a 10 más. Por su tecnología están obsoletas en las industrias del país, en muchas ocasiones van a parar a materia prima como chatarra. No es factible adquirirlas ni con un crédito bancario, nos preocupa además que en un momento determinado la materia prima no se nos priorice”, detalló la dirigente sindical.
La historia de Los Jiménez indica la necesidad de potenciar nuestras producciones, de perfeccionar la integración entre entidades y ministerios. Demuestra que existen productos que pueden competir con otros similares del mercado internacional y con precios más asequibles a los que deben atenderse de manera priorizada, además que es necesario encontrar los mecanismos adecuados que permitan poder ampliar el ritmo productivo de esta forma de gestión. Son también ejemplo de voluntad y compromiso colectivo, pues consideran que ser una cooperativa no agropecuaria es una oportunidad única, no solo para los asociados sino para perfeccionar el modelo económico cubano.