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Camilo: Virtudes que inspiran

La columna del lunes

Dijo Martí: “En el hombre hay como dormida capacidad para elevarse a maravillosa altura. Cuando las circunstancias los solicitan, se levantan sin esfuerzo a ellas individuos que no parecían de ellas capaces”. Así ocurrió con Camilo, un humilde trabajador, quien al asumir como joven el llamado de su tiempo se convirtió en héroe de leyenda y se ganó la admiración y el cariño del pueblo.

Por estos días en el país se realizará el tradicional homenaje a su memoria, que no por repetido deja de ser menos hermoso y emotivo: cubanos de todas las edades arrojarán flores en ríos o en el mar como simbólica recordación a aquel que desapareció en las aguas con solo 27 años.

Y corresponde a la familia, la escuela y la sociedad revelar la trascendencia que tuvo, tiene y tendrá su breve existencia para las nuevas generaciones, y trasmitirles las virtudes que hicieron de él un pilar formidable de la Revolución.

Conmueve ver cómo nuestros niños, desde temprana edad lo evocan en un sencillo poema que lo retrata con su larga barba, su sombrero alón y su gran valor. En un primer acercamiento al más estrecho vínculo con su figura, necesario entre los jóvenes, debemos ser capaces de transformar esa imagen, inmortalizada en el emblema de la UJC, en un cubano de carne y hueso, honesto, siempre alegre, audaz, solidario, buen bailador y nadador, jugador de pelota, hijo y hermano cariñoso, amigo leal…y sobre todo, intransigente ante la injusticia.

Y resultó aleccionadora su estancia en Estados Unidos, adonde viajó junto a un amigo en busca de mejores opciones de empleo para ayudar a su familia. Realizó diversas labores: mozo de limpieza, limpiador de cristales, empacador, dependiente de bares y restaurantes, entre otras, lo que le permitió descubrir el rostro explotador de la “tierra de las oportunidades”.

Tal vez no sea muy conocido que al agotarse el tiempo de estancia que le concedía su visa de turista fue arrestado por las autoridades migratorias y, tras un mes de prisión, deportado a Cuba.

A su retorno a la patria se produjeron dos hechos que demostraron el irrespeto del régimen batistiano por la historia y por aquellos que salían decididos a las calles a rendir tributo a sus próceres. Mientras participaba Camilo en una manifestación estudiantil en conmemoración por la muerte de Maceo, fue herido a manos de las fuerzas represivas y, en enero del siguiente año, en un homenaje a José Martí por el aniversario de su natalicio, la policía lo golpeó, lo detuvo y terminó fichado como comunista.

El contacto con la cruda realidad que vivía el país, y su espíritu rebelde, forjado en el seno de un hogar revolucionario, que lo llevó siendo adolescente a las protestas por el asesinato del líder azucarero Jesús Menéndez, hizo que al viajar por segunda vez a Estados Unidos su pensamiento fuese otro: buscar un camino para poner fin a esa situación, el que encontró al seguir la causa de Fidel. Se trasladó a México y fue uno de los últimos en integrar la lista de los expedicionarios del yate Granma.

A partir del desembarco del 2 de diciembre de 1956 se empezó a forjar el Camilo guerrero, que maduró al calor de las enseñanzas del Che, quien supo aquilatar sus virtudes, dentro de las cuales sobresalió su incondicionalidad al Jefe de la Revolución: “Más fácil me resultará dejar de respirar que dejar de ser fiel a su confianza”, le escribió cuando recibió su ascenso a comandante.

Se conocen las hazañas militares del bien llamado Señor de la Vanguardia aunque se aborda menos la atención que le dedicó durante la etapa insurreccional a la organización democrática y combativa de obreros y campesinos explotados, su apasionada defensa de la unidad entre los revolucionarios en cada momento y su participación junto a Fidel en las más importantes decisiones adoptadas después del triunfo.

Su ejemplar ejecutoria en esta última etapa confirma la certeza de Fidel de que “el pueblo ha dado los jefes”, porque de allí surgió Camilo, y aseguró que en esa cantera había muchos como él. Descubrirlos, como hizo el Che con el Héroe de Yaguajay, y ayudarlos a alzarse ante el reclamo de las circunstancias actuales, tan primordiales como las que él vivió, es una tarea permanente.

Entre las enseñanzas que legó Camilo para todos los tiempos destacan su estrecha y constante vinculación con las masas y su confianza en los trabajadores. Así lo demostró en un acto del sector al que él perteneció, efectuado en el teatro de la CTC, días antes de su desaparición física: “(…) hoy vemos este hermoso espectáculo en que los trabajadores del comercio vienen, no a exigir demandas del Gobierno Revolucionario, sino que llegan aquí con un solo grito, a decirle a Fidel Castro (…) que los trabajadores cubanos están con el Gobierno y están con él para que no se detenga la Revolución”.

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