Escribía sin cesar, leía y releía, corregía lo escrito, lo memorizaba, escribía, volvía a leer y memorizar y así hasta pocas horas antes de la fijada para la vista en la que sería juzgado. Todos sus papeles quedaron en la celda y se perdieron. Solo llevo consigo una relación vinculada a episodios de las luchas independentistas. Había memorizado todo lo demás, y su intervención demoró más de dos horas en lo que fue un discurso no tanto de defensa sino de combate y denuncia. Es un ejemplo de su genialidad Intelectual y política de Fidel Castro. Así lo relató un inculpado que compartió la celda con él en las horas previas al juicio.
Sus adversarios hicieron todo lo posible para entorpecer la autodefensa. No se le permitió consultar ningún tratado de derecho penal ni ninguna obra de consulta sobre cualquier otra materia. El colmo fue que le prohibieron recibir libros de José Martí, lo que motivó la memorable respuesta del joven abogado y líder de las acciones del 26 de Julio de 1953: “No importa en absoluto, dijo, Traigo en el corazón las doctrinas del Maestro y en el pensamiento las nobles ideas de todos los hombres que han defendido la libertad de los pueblos. “
Crear las condiciones revolucionarias luchando
La explotación inhumana que padecían los trabajadores de la ciudad y el campo, el desempleo, la miseria, el hambre, la insalubridad, el subdesarrollo económico, y una nación sometida en todos los órdenes a los Estados Unidos, eran factores objetivos que generaban descontento en las masas.
¿Y las condiciones subjetivas? Según expresó el propio Fidel el pueblo lo que tenía era una conciencia vaga de que algo andaba mal, de que era preterido, humillado. Y consideraba que el revolucionario tenía que actuar con ese sentimiento y ese sentido de la explotación que sufre, de las necesidades que padece y no esperar a que los factores subjetivos se dieran de manera cabal. “La lucha tiene que venir primero, e inevitablemente detrás de la lucha vendrá con ímpetu creciente la conciencia revolucionaria.”, aseguraba.
Promesas no, convocatoria a conquistar el futuro
No existía un programa de acción por parte de los partidos políticos, y poco después del golpe de Estado de Fulgencio Batista la oposición se plegó al tirano. La clase obrera cuya combativa central sindical había sido asaltada y usurpada por una camarilla proimperialista y servil a la oligarquía, había visto barrer sus conquistas y recrudecer la explotación. No estaba por tanto en condiciones de encabezar la lucha.
El detonador que reclamaba aquella coyuntura histórica para echar a andar un proceso revolucionario, fueron los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, el 26 de Julio de 1953. El comportamiento de Fidel ante aquella derrota momentánea se transformó en un triunfo, porque en el juicio seguido a los asaltantes, calificado por los propios jueces como el más trascendental de la historia republicana, y en el que le siguieron al propio Fidel, emergió un programa revolucionario de liberación nacional que marcaría el futuro de la nación.
En las páginas del alegato de autodefensa de Fidel, conocido como La Historia Me absolverá, que hoy cumple 65 de proclamado, el pueblo vio reflejada su realidad, la sociedad en que vivía, los males que lo agobiaban y lo más importante: un conjunto de metas que solo podrían alcanzarse mediante el combate, no de un puñado de hombres, sino de las masas, que pronto reconocieron en Fidel y sus compañeros a la nueva vanguardia de la inconclusa guerra de liberación nacional.
En su vibrante exposición Fidel no le hizo promesas al pueblo sino lo convocó a la acción, con la guía de un programa que había sido abonado con la sangre de sus compañeros caídos y sólidamente apoyado por los que sobrevivieron a las acciones y estaban dispuestos a continuar. Los postulados expuestos en la histórica autodefensa eran como banderas que esperaban ser tomadas por el pueblo para emprender el camino. Su mensaje se sintetizaba en un pensamiento: “Aquí tienes, lucha ahora con todas tus fuerzas para que sean tuyas la libertad y la felicidad”.